‘Tomb Raider’: El relanzamiento de una franquicia
Salvador Medina @ayudamemalverde
No es un secreto que Hollywood y la sociedad en general, están empujando por más heroínas en la pantalla grande. El auge de Wonder Woman, encarnada espectacularmente por Gal Gadot, no sólo rompió viejos y gastados estereotipos sino que probó que las mujeres pueden comandar la taquilla. Lo mismo pasó con Black Panther y la comunidad negra.
Así que no es sorpresa que los estudios se hayan aventurado a aprobar más franquicias comandadas por mujeres poderosas. Ergo, Tomb Raider.
Alicia Vikander es una de las jóvenes actrices con mayor crecimiento en los últimos años, no sólo en cuanto a reconocimiento sino proyección. Tras su Óscar en 2016 por su extraordinario papel en The Danish Girl, quizás lo único memorable de esa película, Vikander se ha posicionado como una enorme promesa. De ahí que haya recibido la oportunidad de dar vida a Lara Croft, protagonista de la franquicia Tomb Raider que comenzó como videojuego y se extendió a la pantalla grande.
En el relanzamiento de la franquicia, Lara Croft (Vikander) es una joven londinense luchando por ganarse la vida como repartidora de comida en bicicleta. En su tiempo libre, entrena artes marciales en un pequeño gimnasio de la ciudad.
Pero Lara es una Croft, al final del día. Es aventura y fuerte. Hay poco a lo que teme. Hablando con sus compañeros de trabajo, y apretada de recursos, se ofrece como voluntaria en un juego de persecusión. Ella funcionará como “zorro” en una cacería en bicicleta, en la que sus colegas la perseguirán por la ciudad intentando tomar un anzuelo de la parte trasera de su vehículo. Si logra escapar una vez que deje de se agote la pintura que va colgando de un bote, ganará 500 libras. Lo suficiente para pagar la mensualidad de su gimnasio y seguir entrenando.
Pero un incidente durante la persecusión, provoca que sea arrestada. Es entonces que Ana Miller (Kristin Scott Thomas) acude a su ayuda en la estación de policía. Ana, empleada de su padre, la exhorta a firmar los papeles que darían oficialmente por muerto a su padre Richard Croft (Dominic West), desaparecido siete años atrás. Ana le recuerda que tiene una extensa herencia esperándola, una vez que tome la decisión. Y cuando va a hacerlo, Lara recibe un acertijo que la lanza en búsqueda de descubrir el destino final de su padre.
Lara tiene pocos recursos económicos pero enormes recursos intelectuales. Así que hace todo lo posible por comprar un boleto de avión que la lleve a responder una pregunta que lleva siete años en su mente.
Dirigida por Roar Uthaug, que anteriormente estuvo a cargo de La Última Ola, tiene ahora la enorme responsabilidad de revitalizar una franquicia que podría significar grandes cosas para Warner Bros. Y es que al final del día, tienen una fórmula exitosa: una franquicia reconocida, una actriz talentosa y un público interesado. Pero el guión de Geneva Robertson-Dworet y Alastair Siddons tiene defectos esenciales. Si bien da en el clavo de la trama y se presenta como una historia de origen más que interesante, flaquea en ciertos detalles que le quitan verosimilitud al desarrollo.
Pese a ello, las actuaciones son impecables, en particular la de Alicia Vikander, quien parece la persona indicada para soportar el enorme peso del personaje. Las escenas de acción están bien ejecutadas, pero Tomb Raider se hubiera servido más de extender las locaciones y dar mayor vida a las secuencias.
Al final, se trata de un producto con más virtudes que carencias, y su enfoque en un personaje central lleno de integridad y nobleza, le da fuerza a una película vivaz e intensa.
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