The Program: alza y caída de un ícono americano
Salvador Medina @ayudamemalverde
El ciclismo difícilmente ha estado presente en el deporte de Estados Unidos sin el nombre de Lance Armstrong. Se trataba de un deporte europeo, cuya élite era dominada por extranjeros y que vivía lejos del ojo público. Pero eso cambió con el auge de Armstrong y su eventual conquista del título. Lo que siguió no sólo fue un frenesí mediático sino un oscuro relato de ambición, codicia y mentiras.
Cuando el documental The Armstrong lie de Alex Gibney debutó hace ya casi tres años, le recordó al público todo lo que había significado el impacto de Armstrong para el deporte, para el discurso y el análisis del cáncer en los medios, y de lo que representan las figuras deportivas para el público.
Armstrong, ese ser casi invencible que superó cáncer de testículo, cerebro y pulmón, era una historia demasiado real para ser cierta, aunque más de una queríamos creerla.
Su figura trascendió el deporte y se insertó en la cultura popular como un luchador y un modelo a seguir. Pero detrás de todo, Armstrong había decidido ganar a cualquier costo. Y en el camino, destruyó su reputación y la de un deporte.
The Program (El Engaño del Siglo), el nuevo esfuerzo del director Stephen Frears, cuenta la historia de Lance Armstrong (Ben Foster) en el Tour de France, una gesta prácticamente inalcanzable para ciclistas norteamericanos. Se trataba de un deportista de medio nivel que luchaba con destacar en el tour.
Cuando nota que detrás del éxito del equipo ganador está un nombre, se acerca a él. Se trata de Michele Ferrari (Guillaume Canet), un médico italiano obsesionado con sacar el mejor rendimiento de los deportistas a través del uso de sustancias.
Armstrong se acerca a él e inmediatamente descubre que Ferrari puede ser su clave para el éxito. Aunque en principio el médico italiano lo rechaza por no tener el físico adecuado para luchar en las montañas de Francia. Pero el ciclista no tomará un no como respuesta. De la ayuda de sus coequiperos, se hace de todas las sustancias disponibles en una farmacia que le permitirán mejorar su rendimiento físico. Y con ello consigue la primera victoria de su carrera. Pero todo parece detenerse cuando es diagnosticado con cáncer.
Tras un largo tratamiento y una lenta recuperación, Armstrong está decidido a ganarlo todo. Con un físico más adecuado para el ciclismo debido a los estragos del cáncer, Ferrari le ofrece su ayuda. Armstrong se acerca a Johan Bruyneel (Denis Ménochet) un viejo compañero, a quien le ofrece dirigir a su nuevo equipo: US Postal Service.
Armstrong comienza así a tomar todas las decisiones: el régimen alimenticio, quiénes lo acompañarán en las carreras y claro, el ritmo de sus sesiones con sustancias prohibidas. Ferrari crea un programa específico para ellos pero es Armstrong quien lo dirige.
Así, el otrora eterno perdedor domina un deporte con poco espacio en los medios y lo eleva al titular de todos los noticieros. Pero sólo hay una persona que cuestiona el repentino y sospechoso auge de Armstrong: el periodista David Walsh (Chris O’Dowd), en cuyo libro está inspirada la película.
Comienza entonces una lucha por probar que el éxito de Armstrong no es únicamente a causa de pura voluntad, sino de la ayuda directa de Ferrari y su programa de dopaje.
El relato de Frears es interesante y intenso. El guión de John Hodge nos pinta a un villano implacable, que no se detiene ante nada, y que es capaz de creer sus propias mentiras con tal de convencer al mundo de su fraude.
Armstrong cree que lo único que está haciendo es nivelar el terreno de juego. Y en el transcurso, gana cinco tours de France de manera consecutiva y se instala como uno de los deportistas más importantes de todos los tiempos.
Frears nos pinta a un protagonista cuya única motivación en la vida es ganar. Lo demás queda detrás. No es casualidad que el director dedique literalmente treinta segundos en contar cómo conoció y se casó con su esposa. El ciclismo era lo único que tenía en mente. Y hacía lo que fuera para lograrlo.
El Engaño del Siglo no sólo muestra que Armstrong sí había arrojado positivo, sino que cualquiera que cuestionara su expediente era su enemigo. En una ocasión en la que arroja niveles sospechosamente altos, cuando está en la cúspide de su carrera, Lance le sugiere a un oficial de la Unión Ciclista Internacional “hacer lo mejor por el integridad del ciclismo”. Eso significa, ocultar el dopaje. Y así lo hace.
Tras ver la actuación de Foster como Armstrong, es extraño pensar que su actuación no haya sido tomado en cuenta durante la época de nominaciones. Se trata no sólo de su mejor papel hasta la fecha, sino un impecable retrato de un hombre que a la luz de todos, tenía quizás el secreto mejor guardado del mundo del deporte.
Foster encarna a la perfección los gestos de Armstrong, se inmersa completamente en una figura vil, venenosa, sutilmente malvada. Es un verdadero pecado que haya sido ignorado con un papel trascendental y reveladora.
Quizás El Engaño del Siglo fue ignorada porque expone a los medios como cómplices de Armstrong. Dicen que cuando algo es demasiado bueno para ser cierto, lo es. Y éste es el caso de Armstrong. El filme nos hace sentir que vemos detrás de escenas una farsa que todos deciden ignorar.
Como pocos filmes del deporte, se trata de una película pasional, íntima y sin tapujos. La redención no aparece en ningún cuadro de la película, y sus protagonistas son tan culpables como el propio Armstrong.
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