TÁR – Reseña
Salvador Medina
Un conductor de orquesta literalmente detiene el tiempo con su batuta. No es una proeza menor. Es un poder incomparable. Así Lydia Tár nos contextualiza en una primera escena donde es entrevistada por un crítico del New York Times sobre su trabajo y vocación. Estamos frente a un prodigio, la conductora más reconocida del mundo, la primera en tener a su cargo a la filarmónica de Berlín, ganadora de EGOT.
Así nos presenta el director Todd Field a Cate Blanchett en el que podríamos decir que es su mejor papel a la fecha, si no tuviese tantos a cuestas. Pero el matrimonio visual y narrativo entre ambos es virtualmente perfecto. No sólo se trata de la primera obra de Field en décadas, o el primer guión original que dirige, sino de una unión destinada a manifestarse.
Field pone en las manos de Blanchett a un personaje que manifiesta lo que sucede cuando la persecusión de la belleza es absoluta y, en el afán de abrazarnos de ella, dejamos que cualquier cosa sucede. No se trata, como muchos dicen, de una película sobre cancel culture. Es, más bien, la manifestación de lo que nuestra cultura ha hecho con los ídolos mediáticos y nuestra obsesión con ellos.
Conocemos a Lydia en la cúspide de su carrera. Está por presentar su libro, a días de dirigir la obra de Mahler, cuando da una pequeña lección a alumnos de Julliard. Vemos ahí algo de su personalidad: en esta hipersensibilidad de los centenialls, no cabe espacio para hombres blancos compositores. Pero es que casi todos en el mundo de la música de orquesta lo son. Y ahí, Lydia se enfrente verbalmente con la visión de un joven de color que se rehúsa a interpretarlo. Nos damos cuenta con lo que estamos enfrentando.
Es obsesiva, meticulosa, brutal. Y manipuladora. Lydia usa a las mujeres a su alrededor para conseguir lo que quiere, incluida a su pareja Sharon (Nina Hoss). Su única relación no transaccional, le recuerda ella, es la que tiene con su hija.
El monstruo del ego y el poder, las personas que están a su alrededor, su aportación a la cultura, la protegen de sus propias acciones. Hasta que es imposible hacerlo. Y así, Lydia debe enfrentarse con todo lo que ha hecho y se dice de ella. Aunque su kavanah (palabra hebrea que ella misma emplea para referirse a la entrega por una devoción) sea su propia perdición.
Tár es pertinente sin buscar serlo. Todd Field no ha sido un cineasta que aproveche el contexto para tomar relevancia mediática. Pero su tercera película toca cuerdas sensibles para una sociedad que está buscando algo que le haga molestar.
Con gran maestría y destreza y con una Blanchett pletórica, Field nos entrega una obra asbolutamente punzante, dura, que refleja como pocas nuestro momento en la cultura. Al poner a Lydia bajo el microscopio, hace lo mismo con nosotros y nuestra obsesión con personajes como ella. Ver la caída de Lydia y su incapacidad de lidiar con sus acciones nos hace entendernos un poco mejor.
Es una película que te robará el aliento.
Related Posts
« En defensa de la sala de cine Alexandra Nicole, la Mujer de Instagram »