‘Rocketman’ – Reseña
Salvador Medina
Las comparaciones serán inevitables. Un año después del inexplicable éxito de Bohemian Rhapsody, la biografía inspirada en el grupo Queen, pero que centra sus esfuerzos principalmente en su vocalista Freddie Mercury, llega otra película inspirada en otro cantante.
En esta ocasión, es Elton John el sujeto de inspiración, otro símbolo de la comunidad LGBT. Pero, a diferencia de la otra producción, Rocketman encuentra el corazón de la historia que quiere contar y lo hace de manera excepcional y notable. No se trata de una película únicamente para los fanáticos del artista británico, sino para una nueva generación que está lista para descubrir su legado.
Rocketman, escrita por Lee Hall y dirigida por Dexter Fletcher, no es un estricto recuento de la vida de Elton John, nacido Reggie Dwight, sino una especie de instrospección personal.
Conocemos a Elton John (Taron Egerton) en su primer día en rehabilitación, ya como un artista en la cúspide de su carrera, consolidado y exitoso. Pero cuando toca fondo, debe enfrentarse con el daño que ha dejado en el camino, las traiciones (ajenas y propias) y el origen de una historia trágica pero llena de lecciones. En el momento en que Elton comienza a rememorar su infancia, una melodía nos traslada directamente hasta ella. Y nos presenta los primeros años del entonces pequeño Reggie, un niño talentoso ávido del amor de su padre e ignorado por su madre.
Reggie encuentra refugio en su nato talento musical, que lo lleva hasta la Real Academia de Música. Ahí, no sólo su talento florece, sino también su personalidad. El joven se da cuenta pronto que puede convertirse en quien sea a través de la música. Y así comienza a conquistar a todos a su alrededor.
De su padre aprende el amor por el blues y el jazz, pero de su corazón sale el rock. Y es esa fusión lo que hace de Elton, como se nombra eventualmente, un artista distinto. Pero aunque las melodías salen de sus dedos sin trabajo alguno, como una especie de inspiración divina, es incapaz de escribir las letras que las acompañen. Es entonces que conoce a Bernie Taupin (Jamie Bell), un liricista con quien tendrá una conexión inmediata.
Una vez que Bernie y Elton encuentran un punto en común, comienza un ascenso meteórico que pone al pianista en el centro de un remolino y al compositor cómodamente tras bambalinas, disfrutando las mieles del éxito.
El gran acierto de Rocketman inicia desde la forma en que Hall presenta la historia. Las canciones sirven como una especie de enlace entre los tiempos en que se cuenta, y no sólo para exponer, como suele suceder, la psique de los personajes. Al contrario, se vuelven un vehículo narrativo, no sólo decoración para recordarnos lo bonito que canta Elton John. Se trata de un símbolo de destreza.
He aquí donde sirve la distinción con Bohemian Rhapsody: Rocketman es una película valiente que no toca por encima los problemas personales de Elton, o su abierta sexualidad. Al contrario, son tema central de la trama, en particular su relación con el manager John Reid (Richard Madden).
Rocketman no es amable con Elton o con su personalidad. Al contrario, parece un reconocimiento del propio artista sobre sus errores y fracasos. Es, además de una épica musical, una redención personal. Elton John se enfrenta consigo mismo en un viaje que no para desde el primer momento, como estaba diseñado por Hall, al realizar saltos de tiempo arbitrarios que nos sirven no para mover la historia hacia el futuro, sino para mostrar la dinámica en que estaba inmerson Elton, sin detenerse a contemplar por un momento las acciones que tomó para estar donde está, de ahí el doble significado de Rocketman.
Así, Rocketman se convierte entonces en un producto pop esencial. Sus musicales son exquisitos y espléndidamente ejecutados. Es una especie de reivindicación consigo mismo y las personas que lastimó, incluido el pequeño Reggie.
Si la biografía de Queen mereció atención, Rocketman merece nuestro tiempo y dedicación. Es conmovedora, atrevida y entretenida hasta la médula. No es cursi, aunque puede llegar a sentirse familiar, sobre todo al principio. Pero no hay nada de común en ella, como no lo hay en Elton.
Taron Egerton es una fuerza vital para que la película sea un éxito, y lo hace con gracia y un enorme talento. Es lógico pensar que no ganará el Óscar dado que Rami Malek lo recibió por Freddie Mercury, pero Taron hace un mejor trabajo que su colega, no sólo en cuanto a ejecución sino en captar la esencia de Elton John. Aquí no se siente como una caricatura, sino como algo tangible y humano.
Rocketman va a acercar a una nueva generación a un artista emblemático, y lo hace revelando todo lo que hay detrás de la cortina del Mago de Oz.
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