Rituales Mortales – Reseña
Salvador Medina
En un thriller, y en cualquier película en general, si somos más particulares, los personajes son más importantes que la trama. Cuando se trata de atrapar a un asesino, sí, los casos deben ser interesantes pero es la dinámica entre policías, jefes, detectives, lo que engancha al espectador. En Muti: Rituales Mortales (The Ritual Killer) no hay ni trama ni personajes que nos mantengan interesados. Es una película de otra época, mal dirigida, peor escrita y con actuaciones que ni siquiera Morgan Freeman rescata.
Nuestro personaje principal es un antipático detectivo en Lucas Boyd, interpretado por un Cole Hauser que ha visto mejores días y pasa su tiempo usando ropa siempre unas tallas más grande, y que continúa luchando contra la dolorosa pérdida de su hija. Pero, en la primera escena, lo vemos asesinar a un sospechoso a sangre fría y sin provocación. Y esa es su carta de presentación. Y no es que sea antipático como otros policías que hemos visto, con un ácido sentido del humor, con un duro exterior pero afelpados por dentro. No.
Lucas Boyd es un papatanas. Es una acusación de violencia policial caminante. Y de la nada se topa con el caso de su vida. En su pequeña ciudad de Estados Unidos, aparece el cuerpo mutilado de una joven. Esto le lleva a pensar que hubo una intencionalidad detrás de las lesiones pero su jefe, el capitán Marchand (Peter Stormare) no confía en su instinto. No es hasta que el cuerpo de otro niño aparece con las mismas características que todo apunta a un solo asesino.
Vemos entonces la historia paralela de un policía italiano que se encuentra tras la pista de un hombre africano de nombre Randoku e interpretado, inconcebiblemente, por el exjugador de NFL Vernon Davis. Descubrimos por la magia de la exposición que se trata de un brujo que se encuentra realizando un encargo para un hombre poderoso, una especie de magia negra llamada Muti.
Lo sabemos porque Lucas googlea al académico más importante de estudios africanos y, oh sorpresa, es Morgan Freeman que vive en su misma ciudad. Y eso es sólo el principio de lo que hace mal Muti: Rituales Mortales.
George Gallo, hace tiempo un director respetado, entrega una película descuidada, que parece completamente dirigida por una segunda unidad, con actuaciones acartonadas y atroces, sin importar que está en pantalla un exjugador de fútbol americano. Lo sorprendente es que Davis no es lo peor. Gallo logra hacer que el siempre agradable Stormare sea una desagradable presencia y que ni el siempre genial Freeman logra salvar.
Dejando a un lado la ofensiva premisa, Muti es de verdad una catástrofe. Las revelaciones están mecanografiadas, no hay una sorpresa, gracia o algo que te mantenga atraído a la pantalla. Una falla de principio a fin.