Parthenope: la maldición de la belleza
Salvador Medina
Paolo Sorrentino es obsesivo con su devoción a la belleza de Nápoles y de las mujeres que ahí habitan. Una en particular, nacida en el mar napolitano, se convierte en la perdición de cuanto hombre se pone en su camino y lleva el nombre de la sirena que quiso seducir a Ulises en su regreso a casa.
Parthenope, interpretada por Celeste Dalla Porta, es la obsesión de muchos, incluido Sandrino (Dario Aita). Crece rodeada por hombres que quieren poseerla, cautivados por su hipnótica belleza, adorando esa atención que satisface su ego. Pero la atención de Sandrino crea fricción entre ellos y Raimondo (Daniele Rienzo), el hermano de Parthenope.
Es tal la belleza y la inteligencia de Parthenope que, cuando conoce a John Cheever (Gary Oldman), ella le pide caminar juntos. Pero el autor le responde de manera esplendorosa: no quiero hacerte desperdiciar un segundo de tu belleza conmigo.
En la superficialidad de las playas de Nápoles, paseándose en poca ropa y luciendo su figura para propios y extraños, la obsesión de Sandrino crece.
En un viaje a Capri, los tres llevan esa tensión al máximo. Cuando Raimondo ve por fin a Parthenope consumar su amor con Sandrino, se quita la vida. Y es que había entre los hermanos una relación que, aunque no llegaba a lo físico, exploraba su cercanía y fraternidad.
Pese al impulso de otros por llevarla a una carrera en el cine, Parthenope no quiere dejar que su talento se desperdicie y elige una carrera en la academia con un solo propósito: explorar el origen antropológico del suicidio.

Parthenope navega la felicidad y la desolación entre relaciones con hombres, su nula cercanía con su padre y la búsqueda de propósito, todo igual de elusivo.
“No se puede ser feliz en el lugar más hermoso del mundo”, profesa Raimondo en un inicio. Y parece que Parthenope piensa lo mismo. Pero, al menos puede ser bello.
Sorrentino explota la estética italiana y particularmente de Nápoles con la obsesión que los hombres dedican a la protagonista. No sólo eso, sino que usa un genial momento con una actriz Greta Cool (Luisa Ranieri) para hablar de lo peor de la ciudad y pintarlos de cuerpo entero. Existen, como en otras películas de Sorrentino, momentos gratuitos, inexplicables, ajenos. Pero siempre entretenidos.
Se trata de una película tan brutalmente bella como superficial. Aunque por momentos parece una simple excusa para disfrutar la belleza de Celeste Dalla Porta, se toma su tiempo para hablarnos del aislamiento y la soledad que nuestra protagonista representa.
Navega como la sirena de la leyenda, sin saber exactamente lo que quiere o cuál es su propósito. Sorrentino se aferra a una Italia que ya no existe, idealizada y misteriosa. Como Parthenope.
Con la fotografía de Daria D’Antonio y la música de Lele Marchitelli, Sorrentino crea una obra que se eleva de la estética y lo superficial, creando algo emocional y melancólico. Y si eso no es suficiente, nos deja con la belleza de Celeste Dalla Porta. Quizá con eso nos baste.
