Nosferatu – Reseña
Salvador Medina
Hay pocas cosas combinaciones que vayan también como Robert Eggers y el terror. Su Nosferatu, una reimaginación del clásico de Bram Stoker, contiene todo lo que hace al director uno de los más interesantes, no sólo del género, sino del cine contemporáneo.
Conocemos primero a Ellen (Lily-Rose Depp), una problemática adolescente cuyas visiones le provocan sueños de lujuria. En su soledad y aislamiento, hace un llamado en la oscuridad, ofreciéndonos un vistazo a una fuerza implacable que, pese a la distancia, parece haberla detectado. Por fortuna para ella, esa enfermedad la deja cuando conoce al galante y caballeroso Thomas (Nicholas Hoult), un ambicioso abogado que está comenzando su camino.
Es hasta que Knock (Simon McBurney), el jefe de Thomas, lo manda en una misión para obtener la firma de un elusivo conde, que el instinto de Ellen trae aquellos recuerdos de regreso. Tiene un mal presentimiento del viaje de 6 semanas que le espera. Y aunque Thomas le confía a su amigo Friedrich (Aaron Taylor-Johnson) el bienestar de su frágil esposa, parte con la esperanza de comenzar su carrera y darle la vida que necesita.
Pese a la advertencia de Ellen y la de los lugareños, Thomas llega al castillo del Conde Orlok (Bill Skarsgård) y, lo entiende inmediatamente, hay algo oscuro en él. La introducción de nuestro villano es fantástica y la interpretación de Skarsgård le da un giro a lo que de él se espera. El primer encuentro entre Thomas y Orlok se convierte en una promesa de lo que está por ocurrir.
Y es que Orlok ve en el pantalón de Thomas y recuerdo perteneciente a Ellen. El cliente lo toma sin permitirle al abogado protestar y hace ahí la conexión: su joven esposa es aquella voz que en algún momento le clamó.
Mientras la joven comienza a sufrir ataques y es tratada por el Dr. Wilhelm Sievers, (Ralph Ineson) por una enfermedad desconocida, recurre a su mentor, el polémico Prof. Albin Eberhart Von Franz (Willem Defoe), quien sospecha que no se trata de algo físico, sino de algo metafísico.
Comienza entonces una lucha por el destino final de Ellen y de las almas del pueblo Wisborg, Alemania.
Eggers no sólo reinventa el Nosferatu de 1922, sino que le da un giro fantástico que eleva el mito como lo conocimos en pantalla. El director juega con la idea de los pecados y la lujuria. En las propias palabras de Nosferatu, él es “hambre”. Orlok está desprovisto de compasión o de empatía. Existe para satisfacer su propia satisfacción.
Pero Ellen también sucumbe “a su oscuridad”: la lujuria. Temerosa de que ni siquiera Thomas sea capaz de satisfacerla, la presencia de Orlok se hace más y más constante. Con todo lo que está en juego, las historias convergen en un tercer acto fantástico, oscuro, gótico y trágicamente bello.
El reparto es genial, pero Lily-Rose Depp es el corazón de una fábula obsesiva sobre el placer y el castigo.
Nosferatu es compleja y bella, una oda al terror clásico pero con el estilo que sólo Eggers puede imprimir en una historia que forma parte de la cultura popular. Un absoluto logro y la mejor película del director hasta el momento.