Muerte Infinita – Reseña
Salvador Medina
Inquieta vive la cabeza que lleva una corona. La frase, pronunciada por Enrique IV en la obra de William Shakespeare, reflexiona sobre el peso que representa ser un líder. Para una de las mayores leyendas del cine del siglo XX, en particular uno con tal particular estilo de horror, es difícil sostener la cabeza que lleva la corona. El apellido Cronenberg es sinónimo de shock, visuales alucinantes y violencia. Brandon, su hijo ha dado pasos por su propia cuenta para continuar con el legado que lleva en la sangre.
Infinity Pool (Muerte Infinita) es la compleja obra de un cineasta expuesto al cine de autor de David Cronenberg. No sólo es una exploración de body horror y temas sociales, al más puro estilo de su padre, sino que traza su propio camino con una crítica social incisiva.
Conocemos a James (Alexander Skarsgård) en la exclusiva isla de La Tolqa, un lugar de miseria y violencia pero que atrae a turistas a sus paradisíacas playas. James es un tipo afortunado. Pese a llevar siete años desde que publicó su única novela, tiene una cómoda vida con Em (Cleopatra Coleman), la hija de un magnate editorial. Ambos están ahí en busca de inspiración. O al menos eso asumen.
James es abordado por Gabi (Mia Goth), una actriz admiradora de su obra que está ahí con su esposo Alban (Jalil Lespert). James y Em acceden a una cena con ellos que se torna en una extraña amistad. Al día siguiente, los cuatro salen del complejo en un vehículo rentado. Las leyes de La Tolqa prohiben a los turistas salir de las instalaciones pero Gabi y Alban conocen a los locales. Y es así que se dirigen a una playa desierta.
Los cuatro nuevos amigos toman demasiado y James se ofrece a manejar de regreso. Pero en la oscura carretera, arrollan a un local. El cuarteto huye a su hotel tras abandonar el vehículo y pasan la noche tranquilos pensando estar a salvo. Pero la mañana siguiente Em y James son llevados por la policía local para ser juzgados: James será asesinado por un miembro de la familia de la víctima como es la ley ahí. Pero, para proteger a los turistas, han creado una rendija: James habrá de pagar un soborno para crear a un doppelganger que cumpla su papel. Él y Em deben atestiguar el asesinato de su clon.
Lo que ocurre a partir de ahí sólo puede describirse como un viaje los deseos más oscuros y pecaminosos en la mete de James y su nuevo grupo. Es un descenso a la imaginación de un cineasta con recursos y tanates. James se deja llevar por las infinitas posibilidades que le implica poder hacer todo lo que desea, todo lo que la ley le permita, lo que su deseo le provoque.
Skarsgård y Goth nacieron para compartir juntos la pantalla. Su química es absolutamente palpable que se mimetiza con visuales nausebundos y obscenos pero cautivantes. Su talento está en manos de un director con enorme estilo y un manejo impecable por la provocación.
Brandon Cronenberg es el nepo baby que necesitamos.
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