‘Mission: Impossible – Fallout’ – Reseña
Salvador Medina @ayudamemalverde
He pensado en varias formas de iniciar esta reseña: explorando la evolución de Christopher McQuarrie como cineasta, desde The Usual Suspects hasta la fecha; recordando el podcast en el que el director y guionista hace reminiscencia sobre su primer contacto con Tom Cruise previo a la filmación de Valkyrie y cómo su percepción de la superestrella de Hollywood tomó forma; o quizás hablar de que el actor más juzgado en la historia del cine es quizás el que más duro trabaja de todos.
Pero nada de eso hace justicia, o comienza a dimensionar, el logro que es Mission: Impossible – Fallout (Misión: Imposible – Repercusión), la sexta entrega de la saga. Esa simple oración explica lo que significa esta película: ¿qué hacer cuando literalmente décadas después, una franquicia despega en calidad, temática, actuaciones, profundidad, stunts y pura y simple acción?
Escrita y dirigida por McQuarrie, quien desde Valkyrie se volvió el mejor aliado de Cruise, entrega la mejor película del verano (sí, mejor que Black Panther, et al.). Y lo hace a la vieja usanza: con un guión sólido y secuencias de acción que te dejan helado de principio a fin.
Ethan Hunt es un personaje complejo: el agente de IMF desobedece órdenes, arriesga misiones, se sale de la lógica, pero todo con el propósito de servir al bien común. Y jamás deja a nadie atrás por razón alguna. Ni siquiera por salvar la vida de millones. Y he ahí su mayor virtud y debilidad.
Así se lo recuerda el secretario Alan Hunley (Alec Baldwin) cuando fracasa en su primera misión: te escojo a ti porque jamás sacrificarás una vida en pos de millones. Es el tipo de persona que quiero en IMF.
Y es que Ethan (Cruise), prefiere salvar la vida de Luther (Ving Rhames) durante un intercambio con terroristas por el plutonio que robaron Los Apóstoles, el grupo a cargo de Solomon Lane (Sean Harris), el villano de la entrega anterior, y quien continúa preso. Eso significa que el grupo de Ethan, Luther y por supuesto Benji (Simon Pegg), debe luchar contracorriente antes de que el plutonio llegue a manos equivocadas.
Es así que el equipo recibe la encomienda de buscar a John Larke, un operador cuya identidad es desconocida que busca hacerse del plutonio. Pero debido a incidentes pasados, Erica Sloan (Angela Bassett) ordena a Alan a incluir al agente Walker (Henry Cavill), un viejo conocido de la CIA cuya reputación lo precede como un tipo de armas tomar y que hará lo que sea por cumplir sus órdenes, así sea haciendo a un lado a Ethan. En el camino, Ethan se encuentra a Ilsa (Rebecca Ferguson), que juega un papel en la misión que no está clara para él. Y por ende, puede convertirse en un potencial enemigo.
Dejemos a un lado la trama, espléndidamente tejida, con cada plot point claro, haciendo referencia a las decisiones que atormentan a Ethan y que lo llevarán al límite. Misión: Imposible – Repercusión es infalible a las críticas. Si fuera un melodrama, sería contendiente claro para el Óscar y todos los premios de Hollywood. Y aquí surge la pregunta obvia: ¿qué tiene que hacer una película de acción para ser considerada la mejor película del año? Porque de ése es el nivel de ejecución.
McQuarrie es un cirujano de la narrativa audiovisual. No sólo ha entendido a la perfección la personalidad de Cruise, para llevarla al extremo y darle lo mejor al espectador, sino que le ha dado vitalidad a Misión; Imposible. La ha convertido en algo más que una máquina de dinero para Hollywood: es la franquicia con mayor proyección para sus estrellas. Punto.
Misión: Imposible ha encontrado el boleto dorado, la fuente de la eterna juventud, el tesoro al final del arcoiris. Y surge de la mancuerna Cruise-McQuarrie.
Y es que el director ha encontrado la mejor manera de sacar el enorme potencial que Cruise tenía en sus venas: sí, hacía sus propios stunts, y estaba, literalmente, dando su vida por entretener. Pero McQuarrie puso eso y lo usó para beneficio de la historia. Y ahí es donde se sacaron la lotería.
Repercusión cosecha los frutos sembrados por las entregas anteriores, tanto en historia, acción y ligereza cómica, algo que se ha mantenido desde siempre y que no apela a estereotipos, sino a la química y camaradería de los personajes.
En cuanto a las actuaciones, Cruise es… Cruise. Lo deja todo en nombre del espectáculo. Pero no es nada más un stunt-man. Es un maldito actorazo, que da en esta entrega un personaje multidimensional, fallido, en busca de redimir sus errores pasado. Cavill es mejor Walker que Superman. Aquí se muestra como una presencia escénica, intimidante y claro, dispuesto a romper a cualquiera que se ponga en su camino. Y Rebecca Ferguson prueba que merece mejores papeles de los que interpreta. No sólo es hipnótica, tiene gracia, esencia y personalidad para pararse frente a la testosterona de sus compañeros y opacarlos con gusto.
Cada personaje es una sutil nota en una sinfonía que compone una obra maestra. Y la pièce de résistance la componen las secuencias se acción. Ya sea por aire, mar o tierra, Misión: Imposible – Repercusión no entrega un momento de tranquilidad: quiere que sus personajes y el espectador estén a la expectativa de lo que va a acontecer en el siguiente cuadro.
En cuanto al guión, los diálogos que McQuarrie da Solomon sacuden a Ethan. Y por ende, al espectador. Vemos a Ethan humano, vulnerable. Y eso es algo que provocó J.J. Abrams con la que hasta ahora parecía insuperable Misión: Imposible 3. Y eso tenía que ver más con el incomparable talento de Philip Seymour Hoffman, el villano de esa entrega.
Es hora de reconocer que Cruise y McQuarrie merecen más que dólares en la taquilla. Misión: Imposible – Repercusión redefine el concepto de película de acción para siempre.
Suerte para los que quieran seguir sus pasos.
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