Los medios libres contra Trump
Salvador Medina @ayudamemalverde
Apenas se han cumplido treinta días desde la toma de protesta de Donald Trump como presidente de Estados Unidos y el piso se tambalea bajo sus pies. Sobra enumerar las enormes acusaciones que logró soportar durante su candidatura y que lo llevaron hasta la Casa Blanca. Los golpes continúan y el republicano no claudica en intentar convencer a todos de su verdad única.
Tras anunciarse como ganador de la elección presidencial sobre la demócrata Hillary Clinton, Trump no ha sido tímido sobre su visión de mundo. Y en particular, sobre las medidas que será capaces de tomar con el fin de cumplir con sus absurdas promesas de campañas.
Desde que anunció su candidatura, Trump ha tenido como aliada a la prensa de derecha. La Alt-right, o derecha alternativa, no sólo fue vital para su ascenso al poder, sino que sus posturas pueden ser más comparadas con el nazismo que con la derecha conservadora. Se trató, sin duda, de uno de los fenómenos más perturbadores de la contienda electoral. Y los medios a su servicio lograron expandir su discurso antisemita como pólvora entre sus más fieles seguidores.
Breitbart, el sitio de noticias que hasta la campaña fue dirigido por Steve Bannon, se ha caracterizado por ser una plataforma política para los ultra conservadores. No sólo se trata de un bastión para el racismo y la misoginia, sino que utilizó todos sus recursos para colocar a Trump en el poder.
Y es que sus editores nunca fueron tímidos en mostrar sus intenciones. De ahí que a lo largo de los años, hayan publicado encabezados tan incorrectos como “Los anticonceptivos hacen a las mujeres poco atractivas y locas”; “¿Preferirías que tu hijo tuviera feminismo (sic) o cáncer?”; “La ciencia lo prueba: avergonzar a los gordos funciona”.
Pero se trata de una postura abierta. Jamás la ultraderecha se ha avergonzado o disculpado por sus ataques. Y de ahí que lleven una ventaja contra los medios tradicionales: no tienen intención alguna de decir la verdad, sólo de avanzar su agenda y colocarla frente a la gente.
Es justo ese alcance lo que provocó que Pizzagate, una absurda teoría de conspiración que aseguraba que Hillary Clinton y John Podesta eran parte de un grupo de traficantes de personas a cargo de una red de prostitución infantil, se tradujera en violencia.
El cuatro de diciembre pasado, Edgar Maddison, un hombre de 28 años, disparó dentro de un restaurante Comet Ping Pong. Cuando la policía lo detuvo, aseguró que estaba investigando si la teoría era real.
Trump ha triunfado gracias a los medios. Lo hicieron una figura conocida y los sostuvieron pese a las numerosas notas comprobadas de su pasado machista, misógino y fraudulento. De la ayuda de Bannon y compañía, Trump entendió que la verdad no importa, sólo la percepción. Y he ahí su éxito. Pero el presidente de Estados Unidos ha cometido un error enorme.
Cuando asumió la presidencia, creyó que quienes estuvieron de lado durante la campaña, lo apoyarían a capa y espada. Pero las filtraciones de las agencias de inteligencia sobre los nexos a su alrededor con el Kremlin, así como las constantes acusaciones de abuso de poder por parte de su familia, muestran que existe dentro de su administración, y cada vez más en la sociedad norteamericana, una gran resistencia contra sus formas de operar.
Trump ya no encuentra esquina. Los medios libres, aquellos no afiliados a él, están sacudiendo su silla. Y es que el presidente de Estados Unidos ha probado que su peor obsesión es él mismo. Una y otra vez, reportes de personas cercanas a él hablan de un tipo que vive pegado a la televisión, buscando opiniones que reflejen lo que él ve en el espejo. Pero no las encuentra.
Cuando un reporte del New York Times aseguró que asesores de la presidencia están preocupados porque ve televisión por cable todo el día y explora la Casa Blanca en bata en lugar de atender informes de inteligencia, su testarudo director de comunicación, Sean Spicer, salió a asegurar que Trump ni siquiera poseía esa prenda de baño.
Los medios no sólo encontraron fotos de Trump posando en bata, sino que él mismo probó su obsesión con la televisión cuando respondió que sus comentarios sobre “el incidente en Suecia” era referente a una nota que vio la noche anterior en Fox News sobre los migrantes en aquel país.
Trump ha llegado a tal extremo que durante las conferencias de prensa, sólo otorga preguntas a Breitbart y otros medios afiliados. Y quienes lo contradicen son “noticias falsas”, según él mismo. Pero fue su comentario de llamar a los medios “enemigos del pueblo” lo que provocó un efecto que quizás, sólo quizás, signifique su caída.
Los “hechos alternativos”, como acuñó Kellyanne Conway, la asesora más cercana al presidente, se apoderaron durante meses de gran parte de la población norteamericana. Pero los medios han probado ser el arma más poderosa contra Trump. No sólo CNN, MSNBC, The New York Times, The Washington Post han lanzado una guerra abierta con Trump, sino que está perdiendo incluso apoyo de Fox News.
El castillo de naipes está cayendo poco a poco, pese a su intención de controlar la verdad en una época de percepción. Los medios ayudaron a ponerlo en su lugar. Y se encargarán de quitarlo de donde está.
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