La sociedad desinformada
Salvador Medina
salvador@elhablador.com.mx
Las elecciones federales de 2012 nos han enfrentado con una terrible realidad: los mexicanos no hemos entrado de lleno al siglo XXI. No hemos entendido la trascendencia que representan las nuevas tecnologías y la importancia de la información como bien y herramienta para el progreso.
Las preferencias personales de cada ciudadano se volvieron un pretexto para insultar, mentir y engañar, siempre y cuando fuera para beneficio de su candidato o causa. Las redes sociales se vieron llenas de propaganda falsa en contra de Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador, Josefina Vázquez Mota y sí, hasta de Gabriel Quadri.
Los ciudadanos consumieron la ignorancia compartiendo cualquier información que se les cruzara sin comprobar antes su veracidad. Se publicaron fotos difamando a candidatos, se mostraron cifras falsas, citas fuera de contexto. Y se creyeron todo. En conclusión, la libertad de expresión no ayudó a construir un ejercicio democrático pleno.
Quienes criticaron el sesgo informativo de los medios masivos de comunicación, no ayudaron a la “democratización de lo medios” cayendo en el juego de la difamación y los ataques personales.
A diferencia de otros movimientos sociales alrededor del mundo, Twitter y Facebook no fueron grandes constructores de unidad. Al contrario, se volvieron herramienta para los partidos y los ciudadanos perdieron con ello poder. Con el afán de mostrar apoyo hacia sus partidos, el electorado se volvió un títere de ellos, un ente sin voz propia y sin capacidad de crítica.
Quién gane el 1 de julio será lo menos importante si hemos creído todo lo que antecedió a las elecciones. No podemos ser partícipes de la democracia sin entender lo que se debe hacer para llegar a ella. Es cierto, se mostraron grandes avances en participación ciudadana, pero no deben quedar en algo exclusivamente electoral.
Las redes sociales cumplirán su propósito cuando los ciudadanos sepan utilizarlas para construir, para organizarse alrededor de causas incluyentes, que le hablen al grueso de la población y que no sean exclusivas de partidos o estén consolidadas alrededor de actores políticos.
La sucesión presidencial es una gran oportunidad para comenzar a elegir fuera de la política. Los ciudadanos son el elemento central de la democracia, no solamente una herramienta para elegir.
El legado de una presidencia lejana a los ciudadanos no será algo difícil de superar pero existen las bases para construir desde la sociedad algo duradero y transformador. Eso no se logra atacando candidatos y sus causas. El próximo presidente debe tomar en cuenta las necesidades de un pueblo ávido de cambios y con una urgente necesidad de entrar completamente al siglo XXI. Las herramientas están ahí. La idea de cómo hacerlo, todavía está a debate.
Posdata: Los adultos mayor de sesenta años no tiene que hacer fila para votar.
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