La segunda muerte de Bin Laden
Fernán A. Osorno H.
Esto no es un texto que evoca a las teoría de conspiración. No hagamos especulaciones sobre la veracidad del comunicado emitido por el presidente norteamericano Barak Obama. No es relevante, no solo porque una vez planteado el escenario internacional sin la presencia de la imagen de Bin Laden es bajo la certeza del gobierno norteamericano sobre un cambio sobre la política de la guerra contra el terrorismo no existe marcha atrás, sino porque resulta irrelevante. Para cuestiones pragmáticas, Bin Laden, llevaba ya varios años muerto. Lo que existía de Bin Laden era simplemente una imagen cuya influencia operativa resultaba prácticamente nula.
Entonces, hagamos mención de las sospechas que se harán presentes en los siguientes días, sólo para ponerlas un par de metros bajo tierra. La conveniencia de que este suceso llegue meses antes de que se cumplan diez años desde el 11/9, y cerca del inicio de las campañas presidenciales, es irrelevante. El hecho de que durante las transmisiones noticieras en vivo reportando el acontecimiento, mirábamos las imágenes nítidas (en Alta Definición) de la población norteamericana celebrando el suceso histórico acompañadas de imágenes difusas y nebulosas desde Pakistán, que apenas lograban reconstruir menos de diez segundos de unas flamas sobre muros blancos en una escena nocturna grabadas por una persona de tercera edad con Parkinson, sólo agrega humor a lo acontecido; ¿Acaso no existe tecnología más allá de una cámara portátil en dicho país? ¿no existen medios que podían transmitir en vivo imágenes del lugar de los hechos? Tercer y último contenido de interferencia sería la inminente especulación sobre las imágenes que paulatinamente serán compartidas con el público sobre el cuerpo muerto de Bin Laden. Todas estas ideas serán catalogadas como necedades de mentes irreverentes con el paso de los días.
Lo importante a señalar aquí es el oxigeno puro que este suceso representa para la figura del primer presidente norteamericano negro de su historia y la política de contraterrorismo de su país; la ya inexistente presencia operativa de Bin Laden previa a su muerte; e incluso, la insignificante representación de su imagen como la cara del terrorismo global para los radicales islamistas. Más aún, como lo refleja la respuesta del pueblo norteamericano ante la noticia de la muerte de Bin Laden, es imposible negar que la imagen del alguna vez líder de Al Qaeda sólo tiene un fuerte contenido simbólico para aquellos detrás de la guerra contra el terrorismo.
Frankenstein remake
La famosa novela gótica de Mary Wollstonecraft Shelley (1818) reproducida hasta el agotamiento se convierte en un buen ejemplo del monstruo que representaba Bin Laden para EUA en los últimos años. A pesar de lo que un contexto bélico nos pueda hacer creer, en ocasiones el enemigo reside en la idiosincrasia del mismo pueblo que lo identifica y teme. Como Frankenstein, Bin Laden y el terrorismo es un fenómeno que iba creciendo dentro de la necesidad de los miedos de una comunidad. En él se representa el sentimiento de poder generado por el desarrollo científico que a su vez expone la imposibilidad del hombre de mediar entre el poder y la prudencia.
Históricamente Bin Laden fue un hombre que, bajo la tutoría y financiamiento de EUA creció para consolidar una lucha “islámica” en contra de la presencia soviética en Afganistán en los años ochenta. Ese mismo mecanismo se generalizó una vez que el bloque soviético fue derrotado y pasó a ser una lucha islámica radical contra la presencia extranjera. Después de actuar bajo la adrenalina de su cercana victoria ante el comunismo, EUA se convirtió en esa presencia extranjera en Medio Oriente. Desde el momento de su concepción, la fortaleza de Bin Laden fue dependiente de su amo, creciendo a la par de los fantasmas paranoicos que se multiplicaban en la mente norteamericana (http://www.youtube.com/watch?v=IQmeHMtpKO4).
El poder otorgado por las victorias pasadas dejó a EUA con un monstruo bajo su mando que parecía escaparse de sus manos al convertirse en una amenaza para la humanidad. ¿Qué si se enteraran de la monstruosidad de la que es capaz la inteligencia humana? Un retroceso para la ciencia, para la credibilidad del hombre, así como para la democracia y la libertad. Sin embargo, destruir a su propia creación representaba un reto para el ego. Tuvo que llegar la catástrofe, el 11/9, para que la posibilidad de quedar expuesto su error rebase la sed del poder. Así comenzó la muerte de Osama Bin Laden.
Casi diez años han pasado y nunca nadie sabrá en qué momento EUA decidió terminar con la existencia de su monstruo. Jamás se sabrá si el cuerpo que nos entreguen tiene un día, un mes, o varios años de haber perecido. Si embargo, hoy sabemos que su imagen por fin no les será de utilidad. Es por ello que la importancia del día en el que mataron a Bin Laden recae sobre el pueblo norteamericano, siendo este su propio tormento psicológico.
Dicho de esta manera Bin Laden se consolida como un mecanismo político de la idiosincrasia norteamericana. Cuya muerte no trasciende más allá del símbolo a costa del cual se declararon guerras y se justificaron miles de muertes. Se prueba ahora que el contraterrorismo o la guerra contra el terror ya no necesita de Bin Laden para subsistir en la política internacional.
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