La nueva joya del terror: La Bruja
Salvador Medina @ayudamemalverde
El cine de terror es el lugar donde grandes directores han encontrado su voz y visión. Se trata de un género con pocas sorpresas, acostumbrado a hacer de los clichés y los refritos su método de conectar con la audiencia. A menudo, sin embargo, tiene inesperados éxitos basados en una historia sólida, un atrevido director y una temática distinta. Éste es el caso de The Witch (La Bruja).
Dirigida y escrita por Robert Eggers, La Bruja debutó en el Festival de Cine de Sundance en 2015. Como suele suceder con películas del circuito independiente, su travesía fue larga pero exitosa. Y así, con un enorme cartel, llega a la pantalla.
William (Ralph Ineson) y su familia son expulsados de su pueblo en la recién conquistada Massachusetts, una de los 13 colonias originales de los británicos en Estados Unidos y cuya región es popularmente conocida como Nueva Inglaterra. Sus creencias religiosas son demasiado estrictas para un grupo de colonizadores que huyeron de un continente justo por esas razones.
Cerca del bosque, junto a su esposa Katherine (Kate Dickie), Thomasin su hija mayor (Anya Taylor-Joy), el precoz Caleb, los gemelos Jonas y Mercy, y el recién nacido Samuel, deben volver a comenzar su vida lejos de la naciente civilización pero cerca de Dios.
William pasa sus días aleccionando a sus hijos sobre Dios, en especial a Caleb, mientras ven con sorpresa y dolor cómo sus cosechas se pudren, no encuentran animales para cazar y Samuel, el más pequeño de los niños, desaparece sin rastro bajo la custodia de Thomasin.
Desde ese momento, una especie de maldición comienza a caer sobre la familia. Katherine está convencida que todo es culpa de Thomasin, a quien culpa de la pérdida de su hijo más pequeño. Pero existe una razón para todo ello: una mujer que habita el bosque que circunda su propiedad se ha llevado a su hijo. Pronto comienzan a manifestarse extraños acontecimientos que parecen apuntar a poderes sobrenaturales.
La Bruja, el primer esfuerzo como director de Robert Eggers, es un poderoso retrato de una familiar pero eficaz historia popular. “Basada en relatos reales” de la época, según señala el propio Eggers, se trata de una de las películas de terror más originales de los últimos años.
Con la joven Thomasin como personaje principal, La Bruja nos coloca en el centro de un terror psicológico y auténtico. No hay grandes efectos visuales o violencia innecesaria. Todo lo que ocurre en pantalla está directamente relacionado con los miedos más profundos de los personajes.
Thomasin comienza a experimentar cómo los roles de género en la época, y que perduran hasta nuestros días, evitan desde pequeñas que las mujeres tengan una vida propia. Comienza a generarse en ella un rencor hacia sus padres cuando los escucha hablar de entregarla como propiedad en alguna familia del pueblo a cambio de comida y sustento para combatir el hambre y la aparente “mala suerte” que ha caído sobre ellos.
Eggers utiliza todos los elementos de la época para crear una historia que destaque. La falta de electricidad, el ambiente inhóspito y la personalidad del bosque que los rodea, los hace víctimas perfectas para fuerzas ajenas a su control.
La Bruja no abusa de sus recursos sino que los utiliza a la perfección. La fotografía de Jarin Blaschke es minimalista en su ejecución, apenas recurriendo a la luz natural para iluminar los ambientes rurales y los personajes, dejando el resto a la imaginación del espectador. Todo esto genera un escenario desolador idóneo para contar la historia, dejando que la película se desarrolle por sí sola.
Se trata de una visión perturbadora de un cuento popular. Es una película visceral, dura, aterradora.
La actuación de Anya Taylor-Joy sobresale por su naturalidad. Es reveladora y exacta durante todo el filme, sin importar si se trata de un momento de absoluta tensión o infantil ternura.
Eggers no sólo nos presenta con una película trascendental para su género, sino un clásico instantáneo que sirve como una lección del uso del lenguaje cinematográfico.
Las migajas narrativas que el cineasta va dejando como un rastro, se revelan para concretar una película intensa, memorable y necesaria.
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