La cultura sexista en los medios
Salvador Medina @ayudamemalverde
Previo los temblores de septiembre, en particular el del día 19, el machismo estaba en boca de todos en los medios de comunicación de este país. Tras la muerte de la joven poblana a manos de un chofer del servicio de transporte Cabify, se alzaron las alarmas sobre la cantidad de feminicidios en el estado de Puebla y en todo el país.
Apenas dos días antes, multitudinarias marchas simultáneas en Ciudad de México, León, Puebla, Torreón y Guadalajara permitieron pintar un panorama sobre el sistemático abuso del que son víctima las mujeres.
Y es que según cifras, cada cinco días hay un feminicidio en Puebla; cada 19 horas desaparece una mujer en el mismo estado. Desde entonces, más casos han captado la atención del país. Y las estadísticas son devastadoras.
El año pasado se reportaron 313 feminicidios en el país. Hasta septiembre de este año, Chihuahua no había tipificado el feminicidio como delito.
Y las desventajas de las mujeres se pueden rastrear en prácticamente todos los sectores de la sociedad mexicana. Pese a que el porcentaje de mujeres representa más de la mitad de la población total (51.4 por ciento) con respecto a los hombres (48.6 por ciento), el 18 por ciento estos alcanza el nivel superior, por sólo un 16.1 de las mujeres. En los últimos 16 años, la participación de las mujeres en el empleo en México ha crecido apenas tres puntos porcentuales a 36.6 por ciento.
Es decir, que pese a representar más del cincuenta por ciento de la población, su inserción en la sociedad no es equitativa. Y no se trata únicamente del aspecto estadístico, sino una cultura que permea en los medios y la sociedad en general. Nuestro país ha mostrado en días recientes aspectos terribles de lo que significa ser mujer en él.
Para el candidato que lleva la delantera en la elección presidencial de 2018, Margarita Zavala no es una mujer sino “la esposa” de alguien. Apenas hace unos días, Elena Poniatowska dijo que las mujeres de Juchitán ahora “están bien panzonas y mensas”.
La reducción de las mujeres a un estereotipo no es exclusiva de los hombres, como podemos ver.
El papel de los medios
Basta encender la televisión nacional para ver cómo la mujer es representada en los medios masivos de comunicación.
En un gesto por el mes de la lucha contra el cáncer de mama, ESPN generó espacios de discusión donde las mujeres de su cadena ocuparan los lugares que en general son acaparados por hombres. Pero si no existen políticas de inserción permanentes de su talento femenino, serán reducidas a estereotipos o a apariciones esporádicas.
Basta recordar un episodio en el que José Ramón Fernández, quizás la voz más reconocida en el periodismo deportivo nacional, le dijo a la conductora Miroslava Montemayor, en el contexto de una encuesta, que “tú te ves más bonita calladita”.
El episodio causó molestia entra la propia Miroslava y un grupo reducido de espectadores, por lo que con el paso del tiempo se olvidó por completo. Pero lo cierto es que es apenas una muestra del concepto que se maneja de las mujeres en los medios de comunicación.
De ahí que la televisión nacional, en particular los canales abiertos, tengan casi siempre a las mujeres en papeles reducidos o estereotipados dentro de sus contenidos.
Sin embargo, no podemos decir que el problema es exclusivo de nuestro país, como lo han probado las recientes acusaciones en contra del productor Harvey Weinstein.
El fenómeno Weinstein
El reportaje de Ronan Farrow, hija de la actriz Mia Farrow, respecto a la enorme cantidad de acusaciones por abuso y acoso sexual en contra de Harvey Weinstein, que habían sido calladas a partir de acuerdos fuera de la corte, abrió una caja de pandora en el medio del entretenimiento estadounidense.
Han sido incontables las mujeres que han levantado la voz en contra del afamado productor, y esta misma semana, se descubrió que Weinstein contrató a dos investigadores privados, que usando identidades falsas, extraían información de sus víctimas.
De igual manera, un distinto reportaje de Farrow para New Yorker mostró que dichos investigadores extrajeron a periodistas los nombres de las mujeres que habían entrevistado, todo para reportar a Weinstein y buscar extorsionarlas para que desistieran de hablar.
Esta conducta fue secundada y ocultada por agentes y managers de los propios artistas, lo que ha expuesto que se trata además de un abuso de poder, no sólo por un hombre sino por una figura influyente y destructiva.
La Academia de Televisión se unió a la Academia de Cine en su veto de por vida a Weinstein. En un comunicado aseguraron que además “apoyamos a aquellos que están hablando en contra del acoso en todas sus formas y nos mostramos solidarios con aquellos afectados por el asunto”.
Pero además, la Academia de Televisión fue un poco más allá, apresurando una revisión detallada de sus códigos de conducta para proteger a todos los profesionales del medio.
Y es que si algo ha provocado este escándalo, es que se hable del papel de las mujeres en la sociedad y de cómo podemos, no sólo evitar que esto se repita, sino que se generen ambientes sanos para ellas.
El movimiento #MeToo, creado por la actriz Alyssa Milano, generó un canal de comunicación para que las mujeres hablaran sobre el ambiente en el que viven día con día. Mujeres de todos los sectores de la sociedad y de distintos países, incluido México, expusieron casos en los que fueron víctimas de acoso.
No se trató únicamente de lanzar acusaciones, sino generar conciencia sobre la dimensión del problema.
Una de las personas más cercanas a Weinstein, la actriz Uma Thurman, no había hablado sobre el tema. Thurman ha trabajado con el productor y con el director Quentin Tarantino, quien aseguró que sabía sobre la situación pero nunca se atrevió a hablar sobre ello, desde Pulp Fiction hasta las dos entregas de Kill Bill. Es decir, como otros actores, podría decirse que gran parte de su carrera se debe la intervención del productor.
Pero entrevistada en un evento reciente, prefirió esperar a que su enojo se canalizara en otra cosa, según sus propias palabras. Pero fue la ira contenida en su declaración lo que mostró el nivel de molestia en la actriz.
El abuso y el acoso son tan culpa del victimario como de los testigos. Debe existir un cambio de cultura sobre las conductas apropiadas en cualquier ambiente donde se desarrollen las mujeres.
Eso se traduce en los medios de comunicación, en el salón de clases, en las familias y en el trabajo. Es una responsabilidad compartida y, sobre todo, un ejemplo de cómo la sociedad puede utilizar los medios para verse en el espejo y corregir antes de que sea demasiado tarde.