La crisis y los jóvenes
Salvador Medina
salvador@elhablador.com.mx
La globalización ha exportado la inconformidad. La tecnología se ha encargado de hacer de las injusticias sociales una forma legítima de organización global. Basta haber estado vivo en los últimos 18 meses para entender las tendencias que ha representado el auge de las redes sociales y su chispa para encender el fuego de la juventud. Pero al parecer, esta búsqueda de equidad ha tocado ha México tibiamente.
Pese a las evidentes fallas de nuestro sistema, el deprimente estado de la juventud mexicana y las tangibles consecuencias de una guerra abierta del gobierno, no existen augurios de haber tocado fondo. Al menos así lo manifiesta la pasividad del sector más vulnerable a esta crisis total que vive el país.
Escribe Stephen Marche en la edición de abril de la revista estadounidense Esquire que la juventud debería ser el único tema de las elecciones de 2012 en aquel país porque todos los problemas – la desigualdad, el creciente sistema de clases, el espectro de la disminución, el desempleo masivo, la creciente deuda – son fundamentalmente sobre la guerra contra los jóvenes.
En México, vivimos una situación penosamente hermana. Sin embargo, en lugar de usar las herramientas disponibles para crear un diálogo con los actores políticos, los jóvenes nos dedicamos (me incluyo solamente por el rango de edad, no porque repita la dolorosa actitud) a permitir que la ignorancia supere nuestra capacidad de raciocinio al creer y compartir todo lo que nos escupen las redes sociales. Y esta absurda tendencia en más evidente en nuestro país.
Pero, como dice Marche, lo que está pasando en Estados Unidos está pasando en todos lados. “Una generación ahora significa un cohorte económico – un momento en un ciclo de datos económicos a la alza y (principalmente) a la baja”.
La Gran Bretaña tiene un desempleo juvenil de 21.8%; Francia, 22.8%; Hungría, 26.1%; Italia, 28.2%; España, 47.8%. En México, es de 21% (sin contar a los seis millones que se encuentran en la informalidad).
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la tasa de desempleo de jóvenes es, en todo el mundo, dos veces más alta que el promedio de la población económicamente activa y tres veces más alta que la de los adultos.
La Gran Depresión es nuestras vidas
Escribió Chuck Palahniuk, el autor de culto en su popular novela El Club de la Pelea que durante miles de años, los seres humanos han destruido y defecado en este planeta y ahora la historia espera que nosotros limpiemos.
“Y tengo que sacar cuentas de la basura nuclear y los tanques de gasolina enterrados y las tierras llenas de desechos tóxicos vaciados una generación antes de que yo naciera”. La Gran Depresión es nuestras vidas, sentencia.
Y es que como dice Marche, la situación es insostenible. En el mismo momento en que países occidentales están tratando de lidiar con una población que envejece, no están captando la energía y el potencial de las personas que tendrán que trabajar para mantener a aquellos que envejecen. El famoso bono demográfico del que se advirtió en el ya famoso texto ‘México frente a la crisis: hacia un nuevo curso de desarrollo’.
Y es que se nos enseñó a creer que la educación sería una herramienta vital para enfrentar a la consolidada sociedad del conocimiento. Pero no contábamos con un sistema hecho para los viejos. Y es que si bien cada año en México se forman tres mil jóvenes con doctorado, menos de la mitad de ellos obtienen un trabajo. Estudios recientes afirmaron que esta tendencia se debía a que los empleadores temen perder sus empleos ante jóvenes mejor preparados.
Además, según los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI, un 36.44% del total de la población desocupada en septiembre de 2006, correspondió a personas con instrucción media superior y superior, un siete por ciento más que en 2005.
Esto se debe principalmente a la falta de oportunidades, según señala Eduardo Loría Díaz de Guzmán, de la Facultad de Economía de la UNAM. Además, a nivel regional, la tasa de desempleo juvenil representa el doble de los niveles generales, y el triple de los registrados entre la población mayor de 25 años.
Después de 2012
Todo apunta que serán los jóvenes quienes definan las elecciones de 2012. Sin embargo, las campañas políticas no ven en este sector sino a un grupo de incomprendidos e inconformes que no saben todavía lo que quieren y que no importan para la sociedad en su conjunto.
Los jóvenes no son representados dignamente en las cámaras y mucho menos en los altos mandos. Y es quizás esa falta de tacto, ese total desconocimiento de las necesidades reales de los ciudadanos comunes, lo que nos tiene en este lío.
Sea cual sea el resultado de las elecciones, la voz de los jóvenes debe tener mayor incidencia en las políticas públicas. Desde la imperiosa necesidad de hacer del medio ambiente una prioridad, la implementación de políticas que fomenten la creación de empleos justamente remunerados hasta una reforma del sistema política que permita priorizar la ciencia, la tecnología y la educación como motores del desarrollo. Los jóvenes saben qué se necesita porque lo sufren todos los días.
Termino con una cita del texto de Stephen Marche:
Los manifestantes, los que ocupaban, los niños que gritaban hasta quedarse roncos en los parques de Nueva York y Oakland el año pasado han pasado el invierno nutriendo sus estrategias. ¿Ha existido alguna vez un movimiento tan lleno de gente que no quiere estar ahí, que prefiere estar trabajando?
Veremos entonces cómo las flores de la ira, plantadas y nutridas tan descuidadamente por tres décadas han florecido y veremos quién las cosechará.
Y nosotros que no nos damos cuenta que la fuerza somos nosotros. La decisión debe de prevalecer en nosotros.