‘Horace and Pete’, la sorpresiva serie de Louis C.K.
Salvador Medina @ayudamemalverde
“No son clientes, son alcohólicos”.
Así describe Uncle Pete, el amargado cantinero, a las personas que habitan Horace and Pete, un centenario bar en Brooklyn que se ha heredado de generación en generación. Siempre, desde que el bar se fundó en 1916, los dueños han sido llamados por el nombre que lleva el establecimiento.
Horace and Pete, la sorpresiva serie que presentó Louis C.K. el pasado sábado a través de su sitio, es el es trabajo que mejor refleja al comediante en la actualidad: preocupado, reflexivo, arrepentido, nostálgico. Si Louie, su multigalardonada serie era enigmática y profunda, en Horace and Pete, C.K. se deja llevar todavía más.
Escrita y dirigida por él mismo, tiene la estructura de una obra de teatro (con intermedio y todo) y pese al por momentos deficiente trabajo de cámara y escenografía, no distrae de las monumentales actuaciones de Steve Buscemi, Alan Alda, Edie Falco, Jessica Lange y el propio Louis C.K.
El primer capítulo se coloca un día antes de las decisivas votaciones en Iowa rumbo a la cada vez más cercana elección presidencial. Horace (Louis C.K.) y Pete (Buscemi) son dos hermanos encargados del bar que lleva sus nombres. Los clientes, más que eso, son viejos conocidos que pasan más tiempo ahí que con sus propias familias. Y el tío Pete (Alda) es el viejo renegado que odia el momento por el que pasa Brooklyn. Cuando un hipster entra al establecimiento buscando ser atendido, la respuesta del tío Pete es clara: no servimos bebidas mezcladas.
El tío Pete es la voz del viejo Estados Unidos, el que se niega a morir pese a tener encima la influencia de un mundo más plural y abierto. Y pese a ser un viejo con tintes racistas y prejuicioso, mantiene los únicos valores conservadores que merecen sobrevivir de antaño: la familia y la moral. Aunque él no sea ejemplo de ello.
Horace y Pete, por su parte, están en un momento de crisis. Horace no puede comunicarse con su hija por una sencilla razón: mientras él quiere llamarle, ella le responde por mensajes de texto. Y Pete está al borde de un ataque psicótico porque no ha podido renovar sus medicinas debido a un problema con su seguro médica. O sea que no conocemos a nuestros protagonistas en un buen momento. Todo lo contrario: ambos deben pelear con su hermana Sylvia (Edie Falco) por el control del bar. Y entre los tres se establece una lucha generacional. Cada uno a su manera vivió en el mismo hogar pero todos tienen memorias diferentes sobre ello.
Se trata de la obra de un artista (no un comediante: un artista) que ve las complejidades y contradicciones del falso sueño americano. Es un observador sensible a las minorías y los marginados.
Horace and Pete es una disección del estado actual de la sociedad norteamericana. En ese bar se reúnen las personas que están lejos de sus casas, las que no encuentran trabajo, los desempleados, los jubilados. Son una familia, una comunidad. Ahí deambula también Marsha, la última amante del padre de Horace y Pete. Juntos caen. Juntos se levantan.
En el bar se generan discusiones filosóficas: lo nuevo contra lo viejo, el conservador contra el liberal. Y ese mundo polarizado norteamericano tiene un punto de encuentro. Aunque sea una ficción.
C.K. entiende que esos visitantes, esos conocidos, están ahí porque no tienen otro lugar donde se sientan más cómodos. Ahí se esconden de la realidad, del trabajo, del mal matrimonio, de la soledad, de ellos mismos. Se trata de una serie distinta, como lo más reciente de Louis C.K.
Y pese a sus fallas, Horace and Pete tiene una clara moraleja: que no importa cuán jodido está todo, siempre hay una esperanza.
El primer capítulo de Horace and Pete está disponible para descargar en louisck.net
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