‘Ghostbusters: El Legado’ – Reseña
Salvador Medina
La nostalgia es un recurso legítimo al que Hollywood se ha aferrado. Los ejecutivos le llaman IP (propiedad intelectual). Pero, para el público en general, se trata de historias que han visto de una u otra manera y que los llevará a las taquillas para recordar lo que ya vivieron. Muchas veces (la gran mayoría, si somos honestos), los estudios temen salirse de esa fórmula y cuentan la misma historia una y otra vez. En lugar de enriquecerla, sólo la actualizan. Por fortuna para nosotros, éste no es el caso de Ghostbusters: el Legado (Ghostbusters: Afterlife).
Jason Reitman, hijo del legendario Ivan Reitman y que ha encontrado éxito por su propia cuenta, toma las riendas como director y coguionista junto a Gil Kenan, para buscar llevar a la franquicia a nuevos lugares. Considerando que Ghostbusters ha sido una IP protegida por sus fanáticos y sus creadores, la entrega sin duda tendría amplios reflectores y un sector amplio de incrédulos.
En Afterlife, Reitman nos coloca en el centro de una familia a punto de dar un drástico cambio. Callie (Carrie Coon) y sus hijos Trevor de 15 (Finn Wolfhard) y Phoebe de 12 (McKenna Grace) abandonan su departamento en la ciudad para visitar la casa que el abuelo les dejó al morir. Callie no sólo careció de una relación con su padre sino que pretende vender todo cuanto antes, hacerse de su herencia y regresar a buscarse una vida. Pero al llegar al pueblo de Summerville en el estado de Oklahoma, los planes cambian pronto.
Callie descubre que la propiedad, extraída de alguna película de terror, tiene poco valor y que, además, ha heredado algo de deuda. La familia pronto se ve obligada a hacer lo mejor de sus circunstancias. Trevor consigue trabajo en un lugar de hamburguesas y Phoebe aprovechará el verano para tomar clases en la escuela local. La incapacidad de Callie por congeniar con Phoebe es una constante fuente de tensión. La joven es curiosa, analítica, una científica en potencia, mientras que Callie es desorganizada e improvisada pero con un amor enorme por sus hijos.
En la escuela, Phoebe descubre que su maestro, el Sr. Grooberson (Paul Rudd) no sólo está ahí para ponerles Cujo o Child’s Play, sino que tiene un genuino interés por estar ahí: en los últimos años, el pequeño pueblo de Summerville ha tenido constantes movimientos sísmicos, pese a no existir razón alguna para ello. Grooberson, un sismólogo experto, está ahí para desenterrar el secreto que debe tener alguna explicación.
En casa, Phoebe comienza a descubrir que su abuelo puede tener las claves de lo que ahí ocurre y que hay la familia llegó a Summerville en el momento justo.
Phoebe se hace amiga de Podcast (Logan Kim), un peculiar personaje obsesionado con las conspiraciones y con la historia del pueblo, en particular con una prolífica mina que, de repente, cerró sus puertas tras algunas inexplicables muertes. Todo estas semillas que Reitman siembra desde el principio comienzan a rendir frutos con resultados extraordinarios, tanto para quienes conocen la franquicia como para aquellos que se acercarán a ellos por primera vez.
La gran cohesión de la trama sería poco sin memorables personajes a los que nos dé gusto acompañar. Phoebe es realmente el sostén emocional de la historia y, es a través de ella, que experimentamos los fenómenos que comienzan a apoderarse de Summerville. El suyo es un viaje a descubrir su papel como persona en el contexto de un evento cósmico de proporciones épicas, al más puro estilo de Ghostbusters.
Rudd, Wolfhard, Kim y Coon son extraordinarios acompañantes de Phoebe y la química entre todos es palpable y genuina. Es justo decir que todo está en su lugar en Ghostbusters: el Legado. No hay un cuadro, un momento, un diálogo que sobre. Fuera de los elementos nostálgicos o que buscan recordarnos a la franquicia original, el Legado es su propia película y se sostiene por méritos propios.
Sí, la historia es genial pero los personajes son el corazón de esta nueva entrega, en particular Phoebe, con una McKenna Grace que, a su corta edad, ha demostrado una y otra vez, que es una fuerza a considerar.
Ghostbusters: el Legado tiene algo para todos. Se trata de una película con sorpresas y guiños, con momentos genuinos de emotividad y trascendencia. Es una entrega increíble para una franquicia que, aparentemente, todavía tiene mucho por dar.
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