Flow – Reseña
Salvador Medina
La marca de una gran historia, dicen, es que pueda entenderse sin diálogos. En Flow, del director latvio Gints Zilbalodis, todo transcurre a través de las acciones de un gato y los amigos que va haciendo mientras intenta sufrir un cataclismo en un mundo abandonado por los humanos.
Gato, nuestro protagonista, vive solo, evitando los inminentes peligros en una tierra donde la naturaleza ha retomado su lugar y algunos animales incluso han evolucionado, particularmente los que tienen su hogar en el agua. Lo conocemos huyendo de un grupo de perros y asentándose en lo que seguramente sería un santuario para gatos, lleno de estatuas y esculturas incompletas. El hecho de que sea el único que conocemos de su especie, nos habla de la soledad y del peligro constante en el que vive.
Tras sobrevivir una estampida de venados, Gato es arrastrado por una inundación que lo lleva consigo. Aunque puede escapar a terreno alto, alcanzando a regresar al santuario, las aguas comienzan a cubrirlo todo. Su única salvación es un barco donde se encuentra a un imperturbable capibara. Pronto, como una especie de Arca de Noe, comienzan a unirse otros animales, incluido un labrador de la pandilla de perros, que ahora está infinitamente agradecido por su ayuda.
Pese a que sus protagonistas son un grupo de animales, Flow no tiene nada de Pixar. Es una reflexión profunda sobre la soledad y la amistad, sobre la supervivencia ante lo imposible.
El grupo en tiempo real. Aunque no sabemos exactamente qué le pasó a los humanos en este mundo y podemos especular, una partida en estilo del rapto católico, nos sugiere que quizás hay algo celestial en todo. Pero se han adaptado tanto al mundo que pueden hasta manejar un pequeño bote.
Gato se enfrenta a aves de presa, ballenas, a motines dentro del propio barco y diferencias que parecen irreconciliables. Pero, ante el peligro mortal, parece que los animales se reconocen, que entienden que hay un destino del que quizás no puedan escapar.
Flow es de una belleza y complejidad que trascienden la pantalla. Sin sentir manipuladora, juega con nuestras expectativas y las rompe. Bien dijo Guillermo del Toro que la animación no es un género sino un medio para el arte. En Flow, es un vehículo para la catarsis y la compresión, para entender más a miembros de este mundo del que somos parte y que poco o nada consideramos.
La música y la animación crean una hermosa conjunción que enaltece la historia y nos transporta a un mundo donde la comunidad quizás sea lo que los salve.