Familia de Medianoche – Reseña
El documental suele ser poco accesible para las masas. Salvo contadas excepciones, es inusual que una producción de este género llegue a un público amplio. Familia de Medianoche, que llega a cartelera este fin de semana, debe ser visto por el público más amplio posible, y no porque se trate de un proyecto nacional, sino porque la temática y el tratamiento son de profunda relevancia.
Selección oficial en el festival de Sundance en 2019, Familia de Medianoche llega un año después a cines. El documental sigue a la familia Ochoa en sus noche administrando y manejando una ambulancia particular en la Ciudad de México.
Desde el primer momento, el documental abre con una cifra demoledora: la capital del país tiene menos de 45 ambulancias públicas para 9 millones de habitantes. Es la forma en que el director Luke Lorentzen nos prepara para una historia que nos hará abrir los ojos sobre la cruda realidad de una parte vital para el sistema de salud de una de las ciudades más grandes del planeta.
Es una historia de supervivencia de principio a fin, no sólo por la labor que realizan los paramédicos, sino por la familia que los integran. Los Ochoa, quienes cargan con la responsabilidad de atender a cientos de pacientes al año durante las peligrosas noches de la capital.
Juan, el hijo mayor, es en realidad el patriarca. De 17 años recién cumplidos, según revela en una llamada a una posible pareja que no vemos pero que es presencia constante, es quien lleva la batuta de las deciciones y el orden en todo lo que hacen. Josué, el hijo pequeño de unos diez años, ha crecido en esa ambulancia, teniendo incluso un lugar donde duerme dentro del vehículo. Se ha acostumbrado tanto a ese ambiente, que prefiere pasar su tiempo ahí que en la escuela, lo que genera constantes regaños por parte de Juan. Además, está el padre, Fernando, con constantes problemas de salud.
Así, los Ochoa no sólo se enfrentan al endeble y famélico sistema de salud de la ciudad, sino que deben navegar la rampante corrupción policial, la competencia con otras ambulancias privadas y lograr que sus pacientes paguen parte del servicio que les bridan para poder subsistir.
Dicen que hacer una película es el precio que se paga por llegar a la sala de edición. Y el trabajo de selección que realiza Lorentzen es sin duda excepcional.
Familia de medianoche no sólo maneja una estética dominada por la Ciudad de México, sino que deja que las escenas cuenta por sí solas una historia compleja y durísima de digerir. Es un documental revelador que desnuda a una ciudad de cuerpo entero. Además, cuida el anonimato de las personas que suben a la ambulancia, enfocándose en las manos, las piernas y las acciones de los paramédicos, sin mostrarnos los rostros de las víctimas. Y eso es lo que nos cuenta la historia.
Los Ochoa no sólo salen a las calles a conseguir el dinero que les permita llegar a la siguiente semana, sino que lo hacen con una profunda conciencia de servir. Están a merced de las circunstancias. Y, al mismo tiempo, los habitantes de la ciudad también.
Familia de medianoche es desgarrador y doloroso, pero nos recuerda la importancia de los documentales. Lorentzen se toma el tiempo de dejar que los Ochos nos cuenta la historia de una ciudad y de sus habitantes, y de nuestra propia idiosincracia.
Además de un gran estilo y una gran capacidad narrativa, Familia de Medianoche nos hace abrir los ojos a una realidad que está frente a nosotros y que concierne a toda una ciudad.
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