‘El hombre invisible’ – Reseña
Salvador Medina
Hace años, cuando Universal anunció que relanzaría una serie de películas inspiradas en monstruos clásicos del cine y la literatura, que compartirían un universo conjunto à la Marvel, se generó una expectativa enorme, sobre todo considerando el reparto que estaría frente a ellas. El Dark Universe colapsó antes de despegar y el experimento fue una página vergonzosa para el estudio.
Años después, la llegada de Un Hombre Invisible, generada de las cenizas de aquella iniciativa, nos muestra lo que pudo haber sido un ingenioso producto, si hubiese tenido un Kevin Feige a cargo. Pero ahora, Leigh Whannell se da a la tarea de reimaginar la historia de H.G. Wells y el resultado es rotundo éxito.
Whannell usa la creciente atención a las actitudes de hombres poderosos y su trato hacia la mujer como punta de lanza. Es así que conocemos a Cecilia (Elisabeth Moss), intentando huir de una lujosa mansión junto al océano. Cecilia desconecta las cámaras, toma su maleta y se escabulle en la noche sin dejar que el hombre que duerme a su lado se percate de ello. Antes de hacerlo, ve en el taller de Adrian (Oliver Jackson-Cohen), algo que no había notado antes: lo que parece ser un soporte para un invento nuevo, pero que parece estar vacío.
Cecilia llega a la carretera para encontrarse con su hermana Alice (Harriet Dyer) justo a tiempo para huir de un iracundo Adrian, que rompe la ventana del auto en el que se alejan.
Días después, aunque Cecilia parece estar a salvo en casa de James (Aldis Hodge), un policía amigo de su hermana, ella es incapaz incluso de salir de su casa. Pero una visita de Alice lo cambia todo: Adrian se ha quitado la vida, según los diarios. No sólo eso: ha dejado una herencia de cinco millones de dólares a su expareja. Acompañada de Alice, Cecilia visita a Tom (Michael Dorman), hermano de Adrian, quien hace entrega de las condiciones de la herencia, en presencia incluso de las cenizas.
Cuando todo parece regresar a la normalidad y Cecilia está comenzando a recuperar su vida, comienzan a suceder cosas que hacen cuestionar su salud mental. Ella está convencida de que hay una presencia en la casa de James, alguien que lo observa. Poco a poco comienza a pensar que Adrian, un experto en el campo de la óptica está detrás de ello. Y llega a una conclusión: su exnovio ha fingido su muerte para continuar acosándola.
Sin prueba alguna pero completamente convencida de ello, Cecilia lucha contra el daño psicológico infringido en ella por Adrian, así como los estigmas de una relación que continúa haciendo estragos en su presente, y la desgastada costumbre de no creer en las mujeres.
La genialidad de El Hombre Invisible no sólo radica en la originalidad del tratamiento a manos de Whannell, sino en la ejecución misma. El director hace un uso genial de los silencios, construyendo un ambiente de tensión absoluta que escala conforme la acción aumenta. Era difícil construir un villano que fuera, literalmente, invisible, pero Whannell lo hace con un uso magistral de sus recursos y con una Elisabeth Moss fantástica.
Es obvio que el tema del machismo y el abuso son centrales para la trama. Y Whannell es cuidadoso en no recurrir demasiado en ello o banalizarlo. Al contrario, visibiliza (si se me permite la referencia) un problema constante que no terminamos por dimensionar.
Además de ser un gran producto del género del thriller psicológico, se trata, seguramente, de un clásico instantáneo.
El hombre invisible es efectivo y astuto, con un sentido particularmente afinado de la estética y el estilo, preparándonos con giros y sustos certeros, creando una película que se sostiene por sí misma, sin necesidad de grandes nombres que la acompañen.
Related Posts
« ‘Honey Boy: Un niño encantador’ – Reseña Tini Stoessel, la Mujer de Marzo »