El fin del Patriot Act y el futuro del espionaje gubernamental
Salvador Medina @ayudamemalverde
Los norteamericanos despertaron el lunes con la ausencia de un fantasma que no los perseguía desde hace 14 años: la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) no puede monitorear llamadas telefónicas de ciudadanos ordinarios.
La noche del domingo, el último día del mes de mayo, el Congreso de Estados Unidos se enfrentó a la expiración del Acta Patriota (Patrtiot Act), el texto publicado días después de los atentados del once de septiembre de 2001. El propósito de la legislación ha sido, desde entonces, ampliar la capacidad del Estado norteamericano de coordinar el espionaje entre sus diversas agencias para combatir el terrorismo.
Pese a que el partido republicano cuenta con la mayoría en el Congreso, fueron incapaces de renovar el texto y con ello, Estados Unidos ha reanudado un intenso debate sobre el espionaje a sus conciudadanos. Y el fracaso del partido se debe, en gran parte, a las filtraciones realizadas por el agente de la Agencia de Seguridad Nacional, Edward Snowden.
Una de las tres provisiones que el gobierno debía aprobar, eran usadas como justificación legal por la NSA para grabar millones de llamadas a ciudadanos ordinarios sin una orden judicial o causa probable.
Según Fred Kaplan de slate.com, bajo la Sección 215 del Acta Patriota, ciertas compañías telefónicas fueron obligadas a entregar a la NSA registros de información conocidos como “metadata” (los nombres, fechas, horas y duración de todas las llamadas pero no las identidades de quienes realizaban las llamadas o el contenido de sus conversaciones). La NSA ha guardado dicha metadata hasta cinco años y la ha utilizado para encontrar a sospechosos de terrorismo. O al menos es la teoría.
“Una revisión a dicha ley, conocida como Freedom Act, aprobada por el Congreso en mayo, mantendría esos registros guardados por las compañías telefónicas. La NSA podría obtener acceso a la metadata sólo por solicitud a través del Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Extranjera (Foreign Intelligence Surveillance Court o FISC) – e, incluso entonces, las solicitudes y acceso estaría limitados a ciertos números específicos o información.
En 2011, cuando el acta iba a expirar, el congreso votó para extender sus facultades hasta finales del mes pasado. Pero las filtraciones de Snowden alertaron sobre las capacidades de la NSA y lo poco que significaba la ley al momento de realizar sus actividades. Y fue tanto el impacto, que la Casa Blanca creó una comisión para reformar ciertas prácticas de la controversial agencia.
De ahí que la presión para no renovar la legislación y encontrar nuevas maneras de contrarrestar la amenaza terrorista que enfrentan los Estados Unidos y que ha ignorado los Derechos Humanos a favor de la seguridad.
Tras el fallo del domingo, el grupo Fight for the Future y las organizaciones CREDO y Demand Progress declararon que “la expiración de las provisiones del Patriot Act – aunque sólo temporalmente – es una victoria para incontables activistas de las libertades civiles en todos los distritos del congreso en un país que, desde que Edward Snowden expuso el espionaje gubernamental, han lucha por una verdadera reforma. Esto demuestra que el público puede ganar batallas en el Congreso que hace apenas unos años apenas y podían lucharse”.
Pero lo cierto es que desde 2001, la apertura sobre las libertades civiles ha dado un giro rotundo. Los congresistas ya no representan los intereses de un gran espectro de la población, tanto en valores como en perspectiva.
Shane Ferro, una auto denominada Millenial, escribió para Business Insider que crecer en la sombra del 11 de septiembre le significó temer más al gobierno que a los propios terroristas
“Fue entonces que entendí lo que se sentía el ser patriota. Eso cambió un mes después. La aprobación del Patriot Act, en octubre de 2001, fue probablemente la primera ocasión que pensé profundamente sobre lo que significaba perder libertad”.
Para muchos, Snowden es considerado un traidor. Pero para una gran cantidad de norteamericanos, y sobre todo extranjeros, se trata de un ciudadano responsable que levantó la voz cuando su gobierno estaba actuando a espaldas de la población que debe proteger y respetar.
Las filtraciones del agente significaron la exposición de los alcances de un acta que debiese ser considerada anticonstitucional. Esta suspensión reduce el potencial de abuso por parte de la NSA a futuro, pero no detendrá la capacidad de la agencia para espiar terroristas, dentro y fuera de territorio estadounidense.
El fin del Patriot Act es un mensaje para gobiernos de todo el mundo sobre el poder de la sociedad civil y su injerencia en políticas consideradas injustas o ilegales. El espionaje telefónico ha sido tema de debate desde que Snowden trajo a la luz cómo se trabaja tras bambalinas.
Quizás el gobierno de Estados Unidos haya aprendido la lección por ahora. Pero será más importante que el legado de este oscuro capítulo evite momentos como éste, donde la sociedad se siente más apremiada por su propio gobierno que por amenazas externas.
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