El estado del entretenimiento en México
Salvador Medina
salvador@elhablador.com.mx
Los medios mexicanos tienen una gran y creciente desventaja: el consumidor está cada vez más empapado de productos de entretenimiento que vienen del extranjero y que poseen una alta calidad creativa y estética.
Ya no es como antes. Las nuevas tecnologías han abierto a los espectadores de televisión y cine a una nueva gama de alternativas que generan mayores expectativas y una necesidad real de productos que nutras el mercado nacional, un mercado ávido de renovación.
Es cierto, se están haciendo esfuerzos de diversas formas, buscando que la baraja de artistas y productores que tienen el privilegio de contar con un espacio en televisión, sean personas con la capacidad de entender a un público educado y cada vez más exigente. Sin embargo, México sigue estando lejos de consolidarse como un país donde la libertad creativa en los medios sea un requisito.
Seguimos, por desgracia, dominados por medios temerosos al cambio, con poca motivación para mejorar sus productos y así buscar recuperar a un público que los está dejando.
Es cierto, muchas personas siguen sintonizando programas reciclados y de muy baja calidad que buscan el rating con le menor esfuerzo posible, así como se siguen vendiendo boletos para películas que no hacen nada por renovar y nutrir el raquítico cine mexicano. Pero eso no es excusa para creer que todos los consumidores quieren lo mismo.
Actualmente, la televisión estadounidense está dando el ejemplo al mundo entero. Entendieron pronto que la apertura de los medios iba a poner en contacto al espectador con formas diversas de concebir el entretenimiento. Eso provocó que directivos y jefes de canal, se abrieran a nuevos creadores que pudieran entender los nuevos tiempos.
Todo comenzó con HBO y su búsqueda por nutrir su programación con series de alta calidad. Surgieron así The Wire, Six Feet Under, The Sopranos. Poco a poco, la crítica y los televidentes comenzaron a poner atención.
Se dieron cuenta entonces, que existían opciones para llenar espacios de esparcimiento necesarios. Eso provocó que otros canales, sobre todo de televisión de paga, buscaran igualar el éxito que significaron los primeros esfuerzos. Y las recompensas llegaron.
La televisión entonces tenía sangre nueva. Se nutrió de personas que habían esperado este tipo de oportunidades, de crear, a través de trabajar con absoluta libertad, productos pensados para el siglo XXI, algo que en México no parecemos entender.
Dexter, Mad Men, Boardwalk Empire, Homeland, Lost, todas series de una calidad nunca vista, han cambiado a la televisión para siempre. La pantalla chica solía ser la última salida para estrellas de Hollywood. Algo así como una isla donde los sueños van a morir. Hoy, nada podría estar más alejado de la realidad.
Desde directores de la talla de Martin Scorsese y Mike Nichols, hasta actores de la trayectoria de Alec Baldwin, Al Pacino y Cate Blanchett, la televisión cada vez está atrayendo mayor talento. Y es que si consideramos que el mismo año que Pacino tuvo un papel en la nefasta comedia Jack y Jill de Adam Sandler, apareció como el polémico doctor Jack Kevorkian en una película para televisión, la alternativa suena refrescante.
La televisión ha evolucionado a tal nivel, que en los premios Emmy de este año, ninguna de las cadenas abiertas tuvo nominaciones en la categoría de Mejor Serie Dramática. Éste es un síntoma claro de que los medios han cambiado. Y el espectador, también.
El cine, sin embargo, se ha aferrado a sus viejas fórmulas. Muchos ejecutivos y productores siguen buscando la forma fácil de generar ingresos. México no es la excepción. Pero puede serlo.
Hoy más que nunca, el cine mexicano es un ejemplo de talento. Sin embargo, está desperdiciado por una industria con poca capacidad de respuesta y una nula difusión y competencia. No es casualidad, que los cineastas más destacados de México, hayan enfocado sus mayores esfuerzos en Hollywood y otros países.
Algunos visionarios han entendido el enorme potencial que representa captar a espectadores que ven en el entretenimiento extranjero una alternativa real a los medios convencionales. La apertura mediática sólo podrá traer dividendos. La calidad nunca estará peleada con los ingresos. Otros países han probado lo contrario.
El entretenimiento en México tiene poco tiempo antes de que los espectadores abran los ojos y descubran las alternativas que hay allá afuera. El talento está ahí. Pero muy pocos quieren encontrarlo.
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