De Cuarón y las consecuencias de un Óscar
Salvador Medina @ayudamemalverde
El pasado domingo era un momento para celebrar. Los logros del renombrado fotógrafo Emmanuel Lubezki y el destacado director Alfonso Cuarón, eran sin duda momentos para enchinar la piel de cualquier mexicano. En el hemisferio occidental, no existe un premio cinematográfico más importante y mediático que el entregado por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, el famoso Óscar. Y el hecho de que dos connacionales consiguieran la presea era motivo de orgullo.
Pero, como suele suceder, se dieron situaciones curiosas semanas antes de los premios. Cuarón señaló públicamente que las nominaciones a su película Gravedad no eran un reflejo de la industria ni debían verse como un triunfo mexicano. En cambio, recomendó voltear los reflectores al cine realizado en nuestro país y que recientemente trajo grandes premios. Se refería, por supuesto, a ‘La Jaula de Oro’ y ‘Heli’.
Sin embargo, muchos lo tomaron como una ofensa, como si Cuarón fuera antipatriota. Escribió Pelayo Gutiérrez Nakatani que se debe celebrar el triunfo del cineasta mexicano: “¿Pero qué es lo que hay que celebrar? Claramente no es aquello que Puig insinúa: Cuarón jamás pudo haber tenido la oportunidad de hacer Gravity en México. Pero sí podemos celebrar que ser mexicano no es un obstáculo e incluso podemos decir que la identidad mexicana tiene ansias de crear y de mostrase capaz”.
Carlos Puig escribió en Milenio algo similar a lo que este autor opinó días antes: que el triunfo de Cuarón no es de la industria nacional, sino uno propio. Además, el director de “Y tu mamá también” jamás dijo que no era motivo de orgullo su nominación, o algo digno de celebración. Más bien invitaba a la reflexión.
Insiste Gutiérrez Nakatani: “En el cine de autor tanto el director-guionista como sus colaboradores son necesarios, pero el director solamente puede ser uno. El resto del equipo podría estar conformado por distintos integrantes y aunque sin duda el resultado sería diferente, la marca del director no dejaría de estar presente. Y es esa “huella” justamente lo que hace el cine de autor”.
Claro. Pero el cine es un medio de colaboración. Así como es trascendental la visión de un director, lo es la labor del resto. No podemos asumir que cualquiera hubiese podido hacer el extraordinario trabajo que le mereció otros cinco premios Óscar a Gravedad.
Con esta controversia llegó el domingo dos de marzo de 2014. Ganó Cuarón y de nuevo la euforia. “En una noche verde, blanca y roja, ocho premios de la Academia caen en manos de mexicanos. Alfonso Cuarón, Emmanuel Lubezki y Lupita Nyong’o son reconocidos por su talento” escribe Reporte Índigo.
Cuarón ganó dos estatuillas, una por edición y la otra por director. El Chivo ganó, por fin, tras contadas nominaciones ignoradas. Pero, ¿Nyong’o? ¿De verdad? Lupita Nyong’o nació de casualidad en nuestro país. Fue criada en Kenya por sus padres y posteriormente estudió actuación en la prestigiada Universidad de Yale.
¿Y de dónde sale la cifra de las otras cuatro estatuillas? Las victorias en las categorías de Mejores Efectos Visuales, Mejor Mezcla de Sonido, Mejor Edición de Sonido y Mejor Música Original nada tienen que ver con nuestro país. Ni Mark Sanger, ni Steven Price, ni Glenn Freemantle, o Skip Lievsay, Niv Adiri, Christopher Benstead, Chris Munro, Timothy Webber, Chris Lawrence, David Shirk, Neil Corbould, tienen nacionalidad mexicana o tienen algo que ver con la industria nacional.
Y no se trata de separarse de la victoria de Cuarón. Se trata de ser realistas. Ya en su momento el cineasta español Luis Buñuel llegó a México e hizo cine mexicano. Los Olvidados no es, de ninguna forma, una película extranjera. ¿Por qué? Porque su obra fue concebida, en su totalidad, en suelo mexicano. Su talento, su visión, su ejecución, tienen pasaporte verde, blanco y rojo. He ahí la gigantesca diferencia.
Algo similar sucedió con los Premios Bafta hace unas semanas cuando Gravedad compitió en la categoría de Mejor Película Inglesa. Los críticos locales señalaron la incongruencia pues, pese a que mucho del trabajo de postproducción y filmación se realizó en Inglaterra, el financiamiento provino de un estudio estadounidense. Y no es que alguien quiera separarse del logro de Gravedad (qué más quisiéramos que nuestra industria tuviera la capacidad de absorber un filme así en su totalidad), pero ese tipo de distinciones invitan a la confusión.
Lo que quería Cuarón, al separarse del cine nacional momentáneamente, era que analizáramos el panorama de la industria a corto y mediano plazo, pues su triunfo invita a triunfalismos, y eso es algo que de ninguna forma necesitamos.
El domingo, México no ganó ocho premios Óscar. Ganó tres, de la mano de Lubezki y Cuarón, lo cuál, por sí solo, es un éxito inolvidable. Pese a que no lo consiguieron con una producción nacional, el triunfo nos debe saber igual.
Llegará un momento, seguramente, en que los triunfos del Chivo y Cuarón representen victorias para producciones nacionales. Pues lo que sucedió el domingo servirá a nuevas generaciones de creadores mexicanos a impulsarlos en el sueño de hacer filmes de calidad mundial. Ahí se verá el verdadero triunfo de dos cineastas excepcionales, no en la estatuilla que recogieron.
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