Club Cero – Reseña
Salvador Medina
Para bien o para mal, Yorgos Lanthimos ha popularizado las distopías y la incomodidad como un lenguaje para la catarsis. Y aunque el director griego no es el padre del género, sin duda ha provocado un auge en los productores por encontrar obras con tonos y estilos similares que apelen a críticos y festivales. En Club Cero, Jessica Hausner nos presenta algo temáticamente similar pero con resultados muy distintos.
Seleccionada en Cannes, Club Cero nos presenta a la siempre interesante Mia Wasikowska (Señorita Novak) como la flamante maestra de una exclusiva escuela privada. La nueva integrante se enfoca en traer el evangelio de la Alimentación Consciente, una escuela de pensamiento que impulsa a adolescentes impresionables a reducir drásticamente su consumo de alimentos.
Ya sea por convicción o por presión social, los jóvenes comienzan a caer en la idea de reducir lo que comen. Novak les asegura que, además de los beneficios personales de privarse de alimento, están contribuyendo al bienestar del planeta.

La nueva idea comienza a salirse de control y los padres intentan intervenir, pero los chicos han probado ya lo que significa beber del cáliz y no será fácil sacarlos de su idea, más cuando tienen a una líder que no claudicará en su misión.
Aunque la temática de Club Cero es una directa alegoría sobre el efecto de la religión en nuestra psique y los extremos a los que la población llega por seguir una doctrina, se queda corta para ser una sátira efectiva.
Con más forma que fondo, y continuando con el mismo estilo minimalista de actuación y con diálogos rebuscado y obvios, Hausner recae mucho en la estética para salvar el barco. La crítica a las restricciones sociales y las instituciones no termina de conectar con el espectador.
Club Cero es desconcertante e incómoda, pero no por las razones que uno espera. Simplemente se trata de un tiro errado en la carrera de una directora con mucho que decir pero que ahora se tropieza con su propio cinismo.
