Blackfish: el documental como influencia social
Salvador Medina @ayudamemalverde
salvador@elhablador.com.mx
Durante el Festival de Sundance en 2013, se proyectó un documental dirigido por Gabriela Cowperthwaite que tendría repercusiones sociales y económicas pocas veces vistas para un filme. En ‘Blackfish’, Cowperthwaite hace un recuento de los incidentes suscitados desde que la industria del entretenimiento ha usado a las orcas en sus parques.
Utilizando como personaje principal a Tilikum, una orca separada de su familia por cazadores en las costas de Washington, Estados Unidos, ‘Blackfish’ es sin duda uno de los documentos más importantes de denuncia sobre el trato al que son sometidos los animales en cautiverio.
En 2010, Dawn Brancheau, la entrenadora estrella de SeaWorld en Orlando, Florida, fue asesinada por Tilikum durante un espectáculo. Pese a que autoridades del popular parque acuático ocultaron los detalles del ataque, y en un principio aseguraron que la experta había resbalado a la piscina y posteriormente se había ahogado, los testimonios visuales decían otra cosa.
A partir de este incidente, Cowperthwaite recupera la historia del origen de Tilikum, su tormentoso pasado separado de una familia que prefirió morir en las redes de pescadores, antes que darse por vencido. Y es que según argumentan los expertos, las familias de orcas, mal llamadas ballenas asesinas, poseen lazos sentimentales y emocionales que se extienden por generaciones. En primer lugar, las hembras jamás dejan a sus madres sino hasta la muerte. Y cada grupo de ballenas posee una serie de vocalizaciones distintas, algo que ciertos científicos han atrevido a señalar como idiomas.
Con ello, ‘Blackfish’ logra poner a la audiencia de su lado, señalando los tratos a los que son sometidos criaturas cuya vida social es imprescindible para su existencia. Relatos sobre orcas nacidas en cautiverio y posteriormente separadas de sus madres, son aterradores y conmovedores. Así, comprendemos que Tilikum es la víctima, no el victimario.
Y es que en un principio, el pequeño Tilikum vivía en Sealand, un modesto parque en Canadá. Por ser el único macho del grupo, a menudo era golpeado y maltratado por las hembras con las que convivía, en ocasiones mostrando sus heridas durante los espectáculos. Pese a ello, sus entrenadores aseguraban que se trataba de un orca amistosa, siempre entusiasta para practicar sus trucos. Pero en 1991, asistida por dos orcas hembras, ahogó a una entrenadora que cayó a la alberca.
Tras el cierre de Sealand, un parque estadounidense mostró su interés ante el codiciado esperma que puede resultar de una orca en cautiverio. Así, Tilikum llegó a SeaWorld en Orlando. En 1999, la orca fue protagonista de otro ataque. En esta ocasión, se trató de un hombre que evadió la seguridad del parque por la noche y se infiltró en la alberca de orcas. Pese a los alegatos de SeaWorld de que se trataba de un simple incidente en el que el hombre se ahogó, la autopsia mostró otra cosa, con signos evidentes de violencia y agresión.
Sin embargo, el popular parque acuático logró evitar la atención ante la muerte de una segunda persona y Tilikum continuó actuando para miles de visitantes. Claro que todo cambió en febrero de 2010, cuando la experimentada entrenadora Dawn Brancheau fue asesinada por la orca durante uno de los espectáculos. Fue tan sonado el ataque, que varios entrenadores alrededor del mundo supieron la noticia mientras Tilikum todavía seguía con Brancheau entre sus fauces.
Dice Cowperthwaite que existen razones políticas para que SeaWorld siga saliéndose con la suya detrás de cada conflicto. Todo se resume, asegura, en que son una industria de dos mil millones de dólares. “Todavía estoy procesando el hecho de que tengan tres parques y generen dos mil millones de dólares al año. El Estadio Shamu representa 70 por ciento de esa ganancia. Llegas a entender que esta organización tiene la habilidad de hacer que los problemas se olviden”.
Pese a que el documental trascendió social y artísticamente, siendo merecedor a la nominación como Mejor Documental en los Premios Bafta 2014, no fue sino hasta este mes que las repercusiones llegaron al plano legal. El congresista Richard Bloom de California propuso una ley que prohíba mantener a las orcas en cautiverio.
La propuesta haría ilegal “mantener captivo o utilizar una orca capturada en la naturaleza o criada en cautiverio para actuar o propósito de entretenimiento”. Así mismo, se haría ilegal la inseminación artificial de ballenas asesinas en cautiverio en el estado de California, además de detener la importación de orcas o su semen de otros estados.
Cowperthwaite opina que ‘Blackfish’ no cambiará a SeaWorld, sino a la gente que vea el documental. “La gente no cruzará los torniquetes hasta que SeaWorld evolucione y deje de tratar a los animales como entretenimiento – ésa será la única forma en que SeaWorld cambie”.
Pero lo cierto es que las cosas están cambiando. Una y otra vez, los documentales se han vuelto una forma de denuncia social, una forma de darle voz a quienes a menudo no son escuchados. Además de poseer una extraordinaria narrativa y un mensaje poderoso, ‘Blackfish’ es una extraordinaria herramienta para denunciar las injusticias a las que son sometidos los animales.
En una época en que la subsistencia de la tierra pende de un hilo, el cine se vuelve una extraordinaria herramienta de concientización.
Para firmar la petición sobre el uso de orcas en la industria del entretenimiento, sigan la siguiente liga ☞ http://action.sumofus.org/a/seaworld-orcas-captivity-california-ban-blackfish/8/2/?akid=4483.1617021.0RuJB5&rd=1&sub=mtl&t=4
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