‘Big Eyes’ – Reseña
Salvador Medina @ayudamemalverde
Lejos están los tiempos en que se acercaba la fecha de estreno de una película de Tim Burton y esperaba emocionado a que llegara el momento de sentarme en la sala y ver lo que uno de los mejores directores de finales del siglo XX tenía preparado para mí.
Se trataba de una voz original, refrescante, que reimaginaba el mundo para nosotros y nos lo presentaba como nadie antes. Edward Scissorhands, Beetlejuice, Big Fish, marcaron una época y, sobre todo, una generación. Pero Burton empezó a repetirse incansablemente. Se volvió aburrido. Y ese estilo formulaico lo hizo alejarse de la crítica y la taquilla.
Sus repetidas colaboraciones con Johnny Depp y su ex esposa Helena Bonham-Carter, se tornaron de algo divertido a algo ordinario. Y el hecho de que sus próximos proyectos sean remakes o secuelas, habla del poco esfuerzo que está poniendo ya Burton. ¿Se habrá cansado de hacer proyectos originales? ¿Teme arriesgarse a hacer algo lejano a lo que conocemos?
Así ha pasado Burton los últimos años de su carrera, con películas que se esperan de él. Nada que nos tome por sorpresa. Así, cuando se anunció que llevaría a la pantalla la verdadera historia de la pintora Margaret Keane, algunos lo tomaron con gusto. Quizás el adaptar una historia real significaría que Burton se saldría de su zona de confort y nos entregaría algo digno de sus mejores época. Pero para quienes así lo esperaban, la decepción es el resultado obvio.
Big Eyes cuenta la historia de Margaret (Amy Adams), una ingenua artista que se enamora de un supuestamente encantador Walter Keane (Christoph Waltz). En el ambiente bohemio del San Francisco de los años 50′, Margaret intenta vender sus peculiares retratos. Pero el machismo y prejuicio al que se enfrenta provoca que su timidez salga a relucir.
Pero es cuando Walter toma crédito por las pinturas de Margaret que la joven se enfrenta a un dilema moral. Convencido por su estafador marido, acepta seguir el juego. Poco a poco, ambos se hacen de recursos suficientes para dejar de lado el origen de su repentina riqueza.
Pero no todo es felicidad en la casa de los Keane. DeeAnn (Krysten Ritter), una vieja amiga de Margaret, sospecha que algo no anda bien y esto crea tensión en la pareja. Además, la absurda de necesidad de reconcimiento crítico y de popularidad que mueve a Walter, lleva a Margaret a una espiral de descontrol emocional que la hace cuestionar su vida.
Big Eyes es, como las pinturas de Margaret Keane, algo inmemorable. Es algo indigno de llamarse arte.
El esfuerzo de Burton se queda a medias. Quizás sea una consecuencia de la falta de presupuesto (apenas 10 millones de dólares) pero Big Eyes tiene momentos donde esa falta de recursos se hace evidente en pantalla. No sólo eso, quizás en el espíritu de crear una especie de parodia o farsa, la pelíicula de Burton es inconsistente, sobre actuada y, honestamente, aburrida.
En ningún momento logra conectar con el público o crear un vínculo emocional. En esta película y en el contexto creado por el director, Margaret no es una víctima sino que comparte la culpa con Walter. Ella se deja llevar tanto como su calculadora pareja.
Además, la actuaciones son acartonadas y/o exageradas. Burton provoca que termines odiando a Waltz, uno de los actores más versátiles del cine contemporáneo y lo reduce a una presencia que atrae a cierto tipo de audiencia. Además, la nominación de Adams al Óscar por Big Eyes es tan absurda como el cuestionamiento de Birdman como ganadora de la ceremonia.
Se trata de un punto bajo para Burton. No existen ya justificaciones para que el director dude a la hora de arriesgarse. ¿Qué le falta a un director de esa talla? Quizás este experimento abra los ojos de Burton y regrese a su mejor forma, cuando se atrevía a tomar riesgos, a tener un estilo que muchos querían imitar y que se quedaba sin duda en la mente del más exigente espectador.
Hoy ese director no está presente. Big Eyes tiene destellos de su trayectoria pero nada que se acerque a sus mejores esfuerzos. Habrá que esperar otro año para ver al Burton que nos merecemos.
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