Arte: La poesía como protesta.
Guillermo Chávez Conejo
La poesía como pregunta es intangible. Como razón es media excusa, como explicación al mundo es protesta. Desde hace tiempo, como poeta, he venido preguntándome qué es la poesía. No contestaré como Bécquer que “poesía eres tú”, en todo caso las muchas tú.
Es así que en un arranque de naufragio etílico y emocional he llegado a la hipótesis -que no conclusión- que la poesía es una reacción a lo que detestamos. Los que nos dedicamos a esto sabemos que es queja, se busca guardar lo perdido, reconstruir como en un crimen los hechos o señalar con el verbo una injusticia. En este sentido, el amor es protesta ante la soledad o la melancolía es una demanda contra la ausencia.
Política: El Apocalipsis.
“El fin de los tiempos”, primero manoseado por la Biblia, luego por el cine, se ha malinterpretado como el fin de un todo. A mi gusto -y esto, advierto, es interpretación personal- es el fin de una era, no de un todo. Un cambio, no una extinción. Todos hemos tenido a nivel personal nuestro propio génesis y nuestro propio apocalipsis. Acaso el génesis vivencial más placentero; el apocalipsis propio más útil.
Ligando este tema al reciente caso de Túnez y Egipto, donde la masa revolucionaria se agolpó ante las dictaduras, me viene a la mente -risas permitidas- George A. Romero y los zombies. No quiero decir con esto que esta masa revolucionaria sea protagonizada por una banda de descerebrados. Todo lo contrario: los zombies /el pueblo yendo hacia un solo rumbo es imparable. Las dictaduras como el espectador en el cine no le temen a lo que miran, en el fondo subyace el miedo a algo más real. El miedo a las masas insurrectas, porque simbolizan el cambio, el apocalipsis de un sistema, un nuevo mundo. Las redes sociales se han vuelto una nueva calle por dónde transitar. Entendido esto como que la calle es un espacio público que ningún régimen pueden controlar, es de todos, al ser de todos es de las masas, es un lugar libre con o sin restricciones. Las redes sociales se volvieron las nuevas calles, espacios por dónde expresarse y juntar -al menos de manera escrita- a una persona con otra. A mi parecer, es sólo una muestra del potencial que tienen. Sin temor a equivocarme estamos sintiendo los inicios de un nuevo poder.
Sociología: El amor globalizado, Un segundo renacimiento.
La globalización económica y política, la liberalización de mercados y apertura de fronteras y la economía del conocimiento han afectado las migraciones tanto locales como internacionales. No sé si quienes abrieron los mercados y pensando sólo en negocios pensaron que podrían afectar las emociones humanas. El efecto social se dio en un intercambio de idiomas, viajes y culturas como no se había visto en otra etapa de la humanidad. A medida que esto sucede, se globalizó el afecto. Cuando los mercados se abrieron y dieron paso a la apertura de aduanas y fronteras, se acentuaron los rasgos de la interculturalidad moderna -léase personas desarraigadas de su patria-. Estas emociones crecen a la par de las relaciones intercontinentales, a la par de tratados y convenios. Se pasó del miedo al otro, rechazo al extranjero, a la fascinación, aprecio de lo nuevo, lo distinto.
Es cierto que no siempre y que no en todo el mundo, pero al menos lo distinto dejó de ser hostil a primera instancia. La definición de la geopolítica definió también las actuales relaciones humanas. La interculturalidad debe culminar en aprendizaje mutuo. Es así que los actuales hombres modernos, mujeres contemporáneas, pertenecen a una generación de un Segundo Renacimiento, donde prima el conocimiento y el aprendizaje de distintas áreas de estudio, curiosamente esto aumenta el desarrollo personal y, por tanto, la felicidad. Crea consciencia de lo que es pertenecer al mundo, no sólo a un país. En este sentido, también estamos ante las puertas de un renacer emocional.
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