Afuera lo viejo, adentro lo nuevo

Nov 27 • Artículos • 8135 Views • Comments Off on Afuera lo viejo, adentro lo nuevo

Las mismas personas que nos metieron en este lío, dicen que pueden sacarnos de él. Qué interesante. Ojalá hayan dejado migajas en el bosque. – Lewis Black

Salvador Medina

salvador@elhablador.com.mx

La década que transcurre, por más joven que sea, ha sido determinante para fijar una postura respecto a lo que nos depara en el siglo XXI. Sin duda, la reciente crisis económica a nivel global, la elección de un presidente negro, la creciente violencia y desigualdad en países en vías de desarrollo, son algunos de los temas más discutidos de la década anterior.

Pero hay algo más de fondo, más difícil de descifrar, que está relacionado directamente con los modelos que persisten en la sociedad. Específicamente el económico, el más determinante de ellos actualmente (basta repasar a las Generación Nini, la Generación Ninja, el 99%, los indignados, etc.), tiene que ver con lo viejo y lo nuevo.

La clase política mexicana, y la mundial, claro, no tiene la menor intención de cambiar la forma en que se hacen las cosas, pese a que el mundo lo hace diariamente. Lo más triste de la elección presidencial de la que Enrique Peña Nieto resultó ganador, es que ninguno de los candidatos representaba un golpe de vigor a un difunto sistema.

Todo se basaba, como se ha hecho siempre, en discursos, figuras de autoridad, recursos intangibles. En fin, la misma retórica de siempre. ¿Por qué a los jóvenes de todo el mundo nos llamó el Obama de 2008? Porque era honesto, un tipo sin temor a hablar con la verdad, sin tapujos, sacudiendo los cimientos del país más poderoso, y con ello, al mundo.

Es quizás por él que hoy en día, los jóvenes estadounidenses ven un futuro más alentador que nunca pese a las difíciles situaciones económicas, según escribió David Leonhardt en el New York Times.

Las protestas globales no son casualidad, son consecuencia de un sistema que beneficia a unos a costa de otros

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Y es que la movilidad social en Estados Unidos es la más desigual de la historia. La diferencia de riqueza entre alguien de 65 años o más y la de los menores de 35, es la más amplia que se haya registrado. Estas diferencias generacionales tienen también una influencia directa en lo social.

En una época en que los derechos humanos no deberían estar a debate, la mitad de cada lado ve una versión diferente del mundo. Mientras los jóvenes apoyan la migración, el matrimonio entre personas del mismo sexo y la educación pública, los otros quieren mayores libertadores económicas pero mayores restricciones sociales.

Tipos como Mitt Romney, que ven al 47% de la población como un estorbo, personas que creen tener derecho a “un hogar, educación pública y salud gratuita” (sí, así lo dijo), no comprenden lo que se necesita para tener éxito en Estados Unidos, el epítome del actual decadente sistema. Pero para alguien que nació en la opulenta casa del gobernador de uno de los estados más ricos de aquel país, es comprensible su miopía.

De fondo, la división entre ambos sectores parece ser algo de corte religioso. Parece ser cierto el análisis del ácido comediante Lewis Black quien comparó a la economía con una deidad. “Todos los días en los medios escuchábamos que no había nada más maravilloso que el sistema económico conocido como Capitalismo. Fue creado en la mente misma de Dios y por eso es perfecto. Y si no es regularizado, ese jardín crecerá hasta que todas las personas del mundo compartan su fruto”.

Claro que, como dice Black, días después el Secretario del Tesoro salió a los medios a decir que todos “estaban jodidos”.

El cambio de perspectivas no será sencillo. Se pide que abran los ojos personas que todavía cuestionan la existencia del cambio climático, disputado por científicos pero sólo por su origen, no por su veracidad; se exige que vean en la educación una inversión, no un gasto; que la seguridad social es un derecho, no un lujo.

Hasta 2004, dice Leonhardt, los votantes en Estados Unidos, sin importar la edad, votaban por los mismos candidatos. Desde entonces, los mayores se movieron hacia la derecha y los jóvenes hacia la izquierda. En 2012, Barack Obama aplastó entre los menores de 40; Romney hizo lo mismo entre los mayores de 65. Así de clara es la división en Estados Unidos. Y podemos decir, en el mundo.

Hoy los jóvenes tienen que educar a los viejos por la velocidad de los cambios. Es quizás eso lo que provoque la evidente separación. Pese a que el bien común es más bien un ideal, es posible la reconciliación entre ambos, enfrascados en una guerra entre lo viejo y lo nuevo.

El futuro no es algo en común entre ellos, es obvio. Pero hoy en día podemos empezar a marcar una diferencia. El siglo XXI depende de ello.

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