Cine y Literatura: Eterno Conflicto
Salvador Medina Armienta
salvador@elhablador.com.mx
El fenómeno de la adaptación cinematográfica de obras literarias no es nuevo. Desde la creación del celuloide, se ha buscado capturar la profundidad de novelas de consagrados y noveles autores para llevarlas a un nuevo público. Sin embargo, parece que recientemente, ante el agotamiento de las viejas fórmulas y la necesidad de llevar a cabo proyectos con éxito seguro, este recurso se ha utilizado hasta el cansancio.
Y es que si bien existen películas en Hollywood que han sido adaptadas con el exclusivo propósito de ver por el beneficio comercial del estudio y sus productores (por ejemplo, El Código da Vinci y sus derivados), existen obras que han superado las expectativas y, en ocasiones, a sus originales.
Si tomamos en cuenta que cinco de los diez nominados a mejor película en los premios Óscar este año fueron obras derivadas o basadas en otros productos, comprendemos la magnitud de la tendencia.
Y aunque los puristas critiquen esta creciente corriente, no podemos dejar de lado que existen autores cinematográficos que logran encontrar el lado visual de algo tan ambiguo y poderoso como una novela, cuento o similares.
Así lo probaron los hermanos Coen con la extraordinaria adaptación de No country for old men, de Cormac McCarthy. Es decir, existe un nicho de cineastas que ven en la literatura una herramienta para nutrir el lenguaje audiovisual y no simplemente generar ganancias en taquilla.
Todo esto se vuelve relevante con el adelanto de la nueva película del director estadunidense David Fincher, The girl with the dragon tattoo, basada en la novela del difunto escritor sueco Stieg Larsson, cuya exitosa trilogía Millenium dio pie ya a dos adaptaciones, una en su país natal y otra en Hollywood.
El video, tomado clandestinamente en los estudios que financiaron la película, ha causado revuelo y gran expectativa en internet. Y es que Fincher, quien parece haber retomado su nivel en la exitosa y extrañamente subestimada The social network, parece el autor perfecto para adaptar una historia poderosa, llena de aristas y con el potencial comercial que ya se le ha adjudicado.
Este es el ejemplo perfecto de que no todas las adaptaciones nacen con el propósito de generar dinero en taquilla. Al menos eso parece cuando Fincher comanda un proyecto. El director de Fight club se ha caracterizado por hacer películas que suelen ser contraculturales y, en ocasiones, poco populares.
Además, de algo debe servir que el cine acerque, de una u otra manera, a un nuevo público al mundo literario. Si alguien que acaba de ver una obra de los Coen sale del cine con ganas de leer a McCarthy, entonces la adaptación puede valer la pena. Claro que el argumento no es válido cuando hablamos de Ángeles y demonios, pero vamos paso a paso.
Una obra artística, no importa si sea original o derivada, se vuelve relevante dependiendo su ejecución y profundidad. Como cinéfilos, no podemos criticar una película basándonos en la obra que le dio origen. Al final, un filme depende de sí mismo y no del material en el que está basado. Así enseñan a los guionistas y así debe aprender a juzgar el espectador.