Making a Murderer: la justicia a escrutinio
Salvador Medina @ayudamemalverde
En los últimos años, el género documental ha sido utilizado como método de denuncia y reflexión social. Con el auge de filmes como Blackfish, The Cove, Exit Through The Gift Shop, el público en general ha puesto una mayor atención a documentalistas de todo el mundo y el trabajo que presentan.
Y lo cierto es que el lenguaje de este género ha evolucionado en su lenguaje y ha logrado así conectar con una audiencia más amplia. Según un artículo de The Economist, datos del Instituto Británico de Cinematografía aseguran que el número de documentales estrenados en la última década ha aumentado año con año, de apenas cuatro en 2001 a 86 en 2014.
Además, los documentales representan ya el 16 por ciento del mercado en el Festival de Cannes según su director Jerome Pallard, comparado con el ocho por ciento hace apenas cinco años. De ahí el interés de Netflix y otras plataformas en línea de acercarse a documentalistas para que presenten su trabajo y atraer así más suscriptores o televidentes.
Apenas el año pasado, HBO presentó The Jinx, una serie documental sobre la vida del millonario Robert Durst y sus roces con la justicia (que reseñamos aquí). El cineasta Andrew Jarecki, obsesionado con la historia, se acercó al elusivo neoyorquino y descubrió pistas que llevaron al eventual arresto de Durst, sacudiendo así al sistema de justicia norteamericano y al público del canal.
Como otros documentales anteriormente, The Jinx logró trascender de la pantalla a la vida real, logrando generar una reflexión profunda en la sociedad. Y de paso, el arresto de una persona evidentemente culpable que había evitado su arresto por el poder que su apellido conlleva.
Asimismo, el impactante documental Blackfish que destapó la forma en que parques acuáticos como Sea World logran capturar a las llamadas “ballenas asesinas” y posteriormente separan a sus crías y son adiestradas bajo métodos inhumanos, logró que se aprobara una ley prohibiendo esas prácticas en el estado de California en Estados Unidos.
En ese tenor, se estrenó el pasado 18 de diciembre en Netflix la serie documental Making a Murderer de las cineastas Moira Demos y Laura Ricciardi. Filmada en un periodo de diez años, cuenta la historia del arresto y liberación de Steven Avery, un ciudadano de Manitowoc, Wisconsin que fue liberado tras 18 años y exonerado de un crimen que no cometió tras una prueba de ADN.
Pero la historia apenas comienza ahí. Steven, un inculto y problemático miembro de la familia Avery, aislada de la sociedad donde vive y que ha construido su vida lejos de la comunidad, siempre tuvo problemas con la justicia. Arrestado en un par de ocasiones por acciones que realizó en su juventud, fue el principal sospechoso en un caso de abuso sexual contra una prominente mujer de Wisconsin. Pese a que las pruebas apuntan a otro obvio culpable, la oficina del Sheriff de Manitowoc, con una jurisdicción distinta a la de la policía local, enfoca todos sus esfuerzos en Avery, logrando una sentencia de más de treinta años.
Cuando Avery es liberado en 2005 tras una prueba de ADN que señalaba a otro culpable, la oficina del sheriff sufrió constantes y brutales ataques de la prensa y la opinión pública. Steven Avery se volvió un bastión para los defensores de Derechos Humanos y procuración de justicia.
Además, demandó al condado y a las personas culpables de su sentencia, algo que afectó la veracidad de las pruebas y la confianza en las instituciones locales. Con una demanda millonaria y el peso de la humillación que ello significó, la oficina del sheriff nunca quitó su atención de Avery y su familia. Y cuando la investigación contra la oficina del sheriff estaba en su momento más álgido, Avery fue arrestado por otro crimen.
Demos y Ricciardi fueron atraídas a la historia cuando eran apenas estudiantes de posgrado en la Universidad de Columbia en Nueva York. Las jóvenes cineastas viajaron a Wisconsin a cubrir la audiencia preliminar de Avery con el propósito de descubrir si “había una historia qué contar”. Tras regresar a Nueva York, compraron un coche y se mudaron a Wisconsin, pensando que estarían ahí alrededor de seis meses. Pero tras una conferencia de prensa en febrero de 2006 que reveló nuevas pruebas, el dúo decidió regresar a Wisconsin y cubrir el resto de la historia mientras se volvía más y más compleja.
Making a Murderer sacudió a los medios en Estados Unidos, quienes inmediatamente se percataron de la relevancia de la historia y la enorme cantidad de fallas en el caso.
Demos y Ricciardi logran exponer la parcialidad de la oficina del sheriff y cómo focalizaron todos sus recursos para culpar a Avery. Y cuando éste fue exonerado y los demandó por 36 millones de dólares, volcaron de nuevo sus esfuerzos para voltear la atención hacia Avery.
Y es que es tal la manera en que las cineastas expusieron las fallas del sistema, que la gran mayoría de los medios han hablado sobre el caso y retomado lo sucedido con Avery.
Las repercusiones del caso han llegado a todo tipo oídos. El grupo Anonymous incluso anunció que revelaría evidencia contra los policías que acusaron a Avery en los casos de 1984 y 2005. Además, se creó una petición en el sitio oficial de la Casa Blanca para liberar a Avery ante las revelaciones del documental.
Making a Murderer es eficaz, poderosa y con una narrativa que eleva el documental al nivel de thriller. Avery es tratado como una víctima del sistema que conspira en su contra y donde el ciudadano ordinario no puede luchar. Y es que juegan contra él su falta de educación y reconocimiento en una comunidad profundamente religiosa y cerrada al cambio.
La nueva serie de Netflix juega a ser una luz en un proceso corruptible y parcial que sólo sirve al poder y a los poderosos. “La presunción de inocencia”, como dicen los abogados de Steve Avery, no existe pese a que se prediga como pilar del sistema de justicia en Estados Unidos.
Como Presunto Culpable en México, generó un particular interés porque se trata de un caso entre muchos otros que merecen mayor atención. Y para eso ha servido el cine y el documental: para generar cambio, reflexión y cuestionar el mundo que nos rodea.
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