Tótem – Reseña

Nov 22 • Spoiler Alert • 565 Views • Comments Off on Tótem – Reseña

Salvador Medina

Contar una historia a través de los ojos de un niño suele ser muy complejo, más en un medio audiovisual. Pero se trata de una herramienta eficaz porque la infancia es un momento de descubrimiento, de despertar a la vida. Hacerlo en la puerta de la muerte, sin embargo, es apremiante y perturbador.

Conocemos a la pequeña Sol (Naíma Sentíes) en un momento de cercanía y complicidad con su madre. En un baño público, la pequeña intenta ir mientras Lucía (Iazua Larios) se aguanta las ganas. Todo es alegría en el auto cuando ambas piden un deseo al pasar abajo de un puente. Hasta que Sol confiesa: “mi deseo es que mi papá no se muera”.

Sol y Lucía se dirigen a la fiesta de cumpleaños de Tona (Mateo García), el padre de la pequeña. Ahí, es recibida por sus tías quienes están, a contra corriente, dejando todo en orden para la noche. En el hogar clasemediero donde las hermanas y el padre cuidan a Tona de su enfermedad, todo es caos.

Nuria (Montserrat Marañon) está obsesionada por acabar un pastel mientras toma desde temprano. Alejandra (Marisol Gasé) se pinta el pelo con prisa mientras hace una limpia del hogar. Y Napo (Juan Francisco Maldonado) realiza ceremonias de energía cuántica para ayudar a Tona.

En ese universo de moléculas chocando entre sí, Sol nos ofrece quietud y reflexión. Explora el jardín de la casa, juega con la electrolaringe de su abuelo, abre una vieja botella de vino que sabe a sangre.

La pequeña parece ser la única persona que dimensiona lo que está por ocurrir. Ya perdió a su núcleo cuando sus padres se divorciaron y ahora, con la enfermedad de su padre, parece que todo está perdido. Por ello, busca aferrarse a un objeto, un recuerdo, que se quede cuando las personas ya no estén.

Todos los personajes en Tótem tienen demonios, todos están combatiendo algo, resulta que el papá de Sole está combatiendo un cáncer. Y todos tienen un momento donde Avilés nos deja ver un poco más sobre el monstruo que los consume, pero ninguno tiene una particular simpatía. Y en medio de este torbellino está Soledad.

Hay una lucidez magnífica en Avilés, quien nos ofrece un vistazo a la intimidad de una familia al borde de un cambio monumental a través de una fotografía llena de close ups y planos secuencias que nos permiten estar ahí, entre ellos, como testigos de su rutina. Somos sus cómplices.

Tótem es una película luminosa y abrasadora, llena de ternura y de verdad. Avilés tiene una capacidad inaudita y envidiable para hablar en los silencios y en las miradas. No hay nada fuera de lugar o algo gratuito. No hay ego en Tótem. Es la obra de una artista en contacto con la realidad y con una gran sensibilidad.

Avilés sana heridas generacionales a través de una obra trascendental y necesaria. Un testimonio de que el cine mexicano está en buenas manos.

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