La lucha por internet
Salvador Medina
salvador@elhablador.com.mx
Todos están hablando del modelo Netflix como el futuro del entretenimiento. El sitio de distribución digital de contenidos inició hace años como un servicio que competía directamente con Blockbuster en la renta física de videojuegos, películas y series en formato DVD. La ventaja de Netflix radicaba en el hecho de que sus usuarios no tenían que salir de sus casas: el pedido llegaba hasa sus puertas.
Poco a poco, entendieron que la fórmula del éxito radicaba en darle al cliente lo que quisiera cuando quisiera. Así, Netflix lanzó su sitio de internet donde facilitaba el streaming de series y películas a cualquier parte de los Estados Unidos.
La apuesta resultó un éxito que lo catapultó y consolidó como una plataforma modelo rumbo al futuro. Fue tal el impacto de la distribución digital, que otros sitios tomaron el ejemplo y poco a poco se hicieron de millones de clientes, llevando al icónico Blockbuster a la quiebra. Claro que los torrents jugaron un papel esencial en ello, pero poco a poco se demostró que los usuarios estaban dispuestos a pagar por el mismo servicio.
Así, Netflix entendió que su plataforma y su facilidad para adaptarse a los nuevos tiempos de manera inmediata, le representaba una ventaja frente a sus competidores. Pero, ¿quiénes eran entonces la competencia de Netflix?
Ted Sarandos, Jefe de Contenidos del sitio, señaló en un momento que Netflix debía volverse HBO antes de que HBO se convirtiera en ellos. Según Matt Iglesias de la revista electrónica Slate, hasta el momento está arriba.
“Netflix está ganando porque su naturaleza estructural de cambio tecnológico a menudo favorece a las nuevas firmas sobre las viejas, y convierte a las ventajas internas en desventajas”.
Sin embargo, el éxito de Netflix es relativamente menor en comparación al del canal de televisión. HBO no sólo entrega una y otra vez contenidos originales, llámense series o películas, que marcan el estándar para diferentes creadores. Ello llevó a otros (Showtime, AMC) a buscar copiar o seguir el ejemplo de HBO.
Así, los años noventa sentaron las bases para un cambio. Primero de fondo y después de forma. Hoy en día, cuando la distribución digital es una realidad y Netflix busca acaparar mayor mercado, la lucha se ha llevado a otro frente: internet.
Y es que la llegada de proveedores de contenidos en línea para Estados Unidos como Amazon y Hulu, han logrado sacudir a los grandes competidores. Por ello, las proveedoras de servicios en línea (Time Warner, AT&T, Verizon, Comcast, etc.) apelaron con la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) para poder reducir la velocidad en el tráfico de sus usuarios según les fuera conveniente.
Ya en 2006, la propia FCC evitó que las compañías telefónicas y de cable bloquearan el acceso a diversos sitios. Sin embargo, este propio año se revirtió la decisión a favor de las compañías proveedoras de telefonía e internet.
¿Qué significa? El mejor ejempló se dio con la salida el pasado 14 de febrero de la segunda temporada de House of Cards, una producción original de Netflix. Muchos medios le dieron cobertura a la expectativa que significó el estreno, pues una tormenta de nieve en diversos estados de la Unión Americana, provocó que una campaña en redes sociales pidiera que Netflix pusiera a disposición de sus usuarios todos los capítulos un día antes.
Con ello, las expectativas y cobertura mediática crecieron. El regreso de la serie que desafió los estándares convencionales de la televisión, había regresado. Sin embargo, ocurrió algo extraño. Clientes de Comcast aseguraron que habían sufrido de la interrupción del servicio al hacer uso de Netflix.
Lo rumores se esparcieron como pólvora por diversos medios y redes sociales. Muchos cuestionaron la ética detrás de la decisión y las especulaciones crecieron. Pero el lunes 24 de febrero, se confirmó la decisión de Netflix de ceder ante la presión y realizar un pago extraordinario a Comcast. El bully ganó la batalla.
Con este tipo de antecedentes, Internet corre el enorme peligro de convertirse en un territorio exclusivamente de gigantes, cuando se creó con la idea de ser el primer medio democrático de la historia.
Su bases, su historia, provocan que esta decisión sea catastrófica para el futuro de Internet. No se trata únicamente de una empresa que desafió los estándares, los reconfiguró y después tuvo que ceder ante otros factores. Es también un mensaje peligroso para quienes buscan utilizar las nuevas plataformas disponibles y crear formas diferentes e innovadoras de distribuir cultura, entretenimiento y contenido.
Ya no es una batalla que concierne a unos cuantos: es una decisión que puede afectarnos a todos.
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