Oppenheimer – Reseña

Jul 19 • Spoiler Alert • 684 Views • Comments Off on Oppenheimer – Reseña

Salvador Medina

Ningún cineasta ha definido la estética y grandeza del cine del siglo XXI como el director y guionista Christopher Nolan. El maestro de la imagen y el sonido ha marcado los últimos 20 años del cine, ya sea con subestimados y crípticos thrillers, elevando las películas de superhéroes a verdadero arte o creando piezas enigmáticas y emotivas que generan cientos de millones de dólares y numerosas nominaciones al Óscar.

Se trata de un defensor férreo de su arte, un artista cuya visión ha enmarcado la importancia del séptimo arte y de la experiencia de la sala de cine para las nuevas generaciones, en particular ante el auge del consumo masivo en pequeñas pantallas. Pero Nolan lo hace con la capacidad de no un adelantado sino de un hombre de su tiempo. Con Oppenheimer, flexiona sus músculo como nunca antes, demostrando que se trata de un contador de historias inigualable y con una visión

Cillian Murphy interpreta a Robert Oppenheimer, Oppie para la comunidad científica, el infame responsable de la creación de la bomba atómica que cayó en Hiroshima y Nagasaki y que inició la guerra armamentista y la Guerra Fría. Con tres tiempos de referencia (el alza de Oppenheimer en la teoría de la física cuántica, su dirección del proyecto Manhattan y la vida después de la Guerra), Nolan teje una historia de gran complejidad pero es tal su destreza y claridad que logra hacernos saltar entre tiempos sin perder el ritmo.

La idea de Nolan no es humanizar a un personaje absolutamente controversial sino exponer la hipocresía de los gobiernos y el desdén hacia los científicos, en particular contraste con lo que estamos viviendo hoy. Oppenheimer cultivó su carrera en Europa, cercano a Werner Heisenberg y Niels Bohr, teóricos cuyo conocimiento sería un arma política en los albores de la Segunda Guerra Mundial.

Además de ser un notorio mujeriego, Oppenheimer fue señalado, después de su éxito, como un hombre de tendencias de izquierda y, en el Macartismo, era una sentencia de muerte laboral. Oppenheimer coqueteó con el comunismo, no sólo intelectualmente, sino al envolverse en una relación con Jean Tatlock (Florence Pugh), una mujer que por siempre marcaría su vida amorosa.

Tras aprender de los físicos teóricos más importantes en Europa, Oppenheimer recala en Berkeley, donde conoce a Ernest Lawrence (Josh Hartnett), un químico estadounidense que pronto le advierte sobre la percepción de sus tendencias prosindicales y de izquierda para sus colegas, en particular en el contexto de la tensión con Alemania. Como judío, Oppenheimer se tomaba de manera personal la afrenta y no tenía miedo de cuestionar al gobierno o manifestar su opinión, algo que sin duda lo persiguió toda su vida.

Con la amenaza de una posible bomba nuclear en manos de los alemanes o los rusos, Estados Unidos toma la batuta para crear un programa que gane la carrera. El General Leslie Groves (Matt Damon) escoge finalmente a Oppenheimer, pese a su pasado político, para encabezar el reconocido programa que habría de lograr el objetivo: el proyecto Manhattan.

La trama es parte de la cultura popular y ciertamente difícil de arruinar para cualquier espectador. El logro de Nolan es utilizar la vida de Oppenheimer, un personaje polarizador, para crear una línea directa con el momento que vivimos en la actualidad. La ciencia es un arma, no es una herramienta para el progreso. Así lo supo Oppenheimer siempre pero perseveró con la presunción de que el arma era mejor en la mano de los suyos que el lado contrario.

Nolan crea con Oppenheimer su obra más importante y trascendental. Es, al mismo tiempo, una moraleja impecable y un thriller que te sacude de principio a fin. Estamos frente a un director que captura con naturalidad la esencia de la vida misma, el conflicto interno de un hombre movido a llevar su conocimiento para modificar la existencia de la humanidad y que lo hizo, pero no como hubiese querido.

Murphy es el pincel de Nolan, es el receptáculo de todo lo que el cineasta quiere decir. Pero sería un insulto no reconocer a Robert Downey Jr. como Lewis Strauss, el personaje que lleva a Oppenheimer a Princeton pero que resiente al científico durante toda su vida política. Downey Jr. entrega quizás la mejor actuación en décadas, recordándonos que se trata de un tipo de altura cuando no se está interpretando a sí mismo. Pero es que en manos de Nolan y con el material que les entrega, cada personaje tiene un peso específico en la historia.

El estilo Nolan es fácil de reconocer pero imposible de imitar. Salir de una sala de cine después de disfrutar una de sus obras es una sensación que te vuelve a enamorar del arte. Y de la vida misma. Nolan es arte y Oppenheimer es grandiosa, emotiva, reflexiva, inmensa.

Mientras tengamos a Nolan, el cine tendrá una larga vida.

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