‘La Nave’ – Reseña
Salvador Medina
El género del coming-of-age no es común en México ni mucho menos bien ejecutado. Se trata de algo elusivo para nuestro cine, en particular entre la abundancia de malas y bajas comedias que han adormecido a la audiencia. De ahí que La Nave, escrita por su protagonista Pablo Cruz y dirigida por Batán Silva, sea un necesario respiro en la cartelera nacional.
La Nave recuenta la verdadera historia de un periodista que, ante la insistencia de un pequeño con cáncer, hace todo lo que está en sus manos por cumplir su sueño de conocer el mar. Pablo Cruz interpreta a Miguel, un amargado locutor de radio viviendo en Michoacán. Miguel odia su trabajo: odia el recorrido a él, odia tener que deci mentiras al aire y pretender que todo está bien. Se encuentra en un hoyo mental.
Pese al apoyo de su equipo de producción, y ante la presión de su jefe, Miguel toma una llamada al aire que lo agita de su moméntum: Gerardo (Santiago Beltrán) es un niño postrado a un hospital que está muriendo de cáncer. Pero, antes de caer ante la enfermedad, quiere cumplir su sueño de visitar una isla desierta con su mamá.
Miguel no tiene los recursos, ni las ganas, para lograrlo. Pero, ante la insistencia de sus superiores, visita al pequeño en el hospital. Ahí, escucha al doctor comentar que hay poca esperanza para un buen resultado en el tratamiento de Gerardo. El pequeño no se impresiona al ver a Miguel: ¿dónde está su nave, por qué no trae un traje espacial y, más importante aún, por qué se ve así?
El conductor sale de ahí desanimado, tanto por el niño por como por su apatía ante la situación. Pero la estación ve ese momento como una manera de ampliar su audiencia.
Miguel toma la decisión de correr el maratón de Michoacán para recaudar fondos y así poder cumplir el deseo del pequeño. La misión parece imposible: queda un mes para ello y el ejercicio le es tan ajeno como la empatía por los demás. Recurre entonces a Leo (Maya Zapata) que se empecina por a llevarlo a la meta pero en el camino se atravesarán viejas heridas y la progresión de la enfermedad de Gerardo.
La Nave hace muchas cosas bien: no exagera, no escatima en recursos para hacerno empatizar, no juega con los sentimientos de los espectadores. Al contrario, se trata de un gran y dignísimo esfuerzo cinematográfica. En el panorama de la oferta mexicano es una verdadera joya. Se agradece no sólo es genuino interés por darnos una historia igualmente conmovedora y entretenida sin regalarnos momentso innecesarios o risas fácil.
Batán, pese a tener gran experiencia como director de televisión en Hollywood, no se había sumergido en este género. La Nave no sufre por ello. El lenguaje es claro, directo, sin llegar a lo melodramático. Las decisiones de Batán sirven a la historia siempre y eso es genial en películas con un tono que puede ser fácilmente manipulado para generar lágrimas.
Donde La Nave cogea un poco es en el personaje principal. Es cierto que Miguel es empático y un protagonista lo suficientemente interesante para mantenernos atentos. Pero su actitud se siente injustificada pese a la eventual revelación. Alguien tan malo en su trabajo sería despedido inmediatamente, a menos que hubiese una razón para mantenerlo. Un poco de trabajo en el subtexto de sus traumas y heridas hubiera levantado significativamente la película.
Pero todas las piezas están ahí. Batán, Pablo, Santiago y Maya tocan cada uno de sus instrumentos en gran armonía. Seguramente abrirá la puerta para nuevas producciones en ese género, uno del que tanto carece el cine mexicano.