Louis CK: Educador
Salvador Medina
salvador@elhablador.com.mx
La comedia stand-up está de moda. Este formato popularizado por George Carlin, Richard Pryor, Lenny Bruce, entre otros, se ha vuelto un bastión de la cultura popular anglosajona. Si bien es cierto que alcanzó la cima con la popularización del mejor programa de comedia de la televisión, Seinfeld, fue la llegada de diversos cómicos lo que alzó al género a su actual nivel.
Dave Chappelle, Mike Birbiglia, Marc Marron y otros privilegiados elevaron la comedia a arte. Chappelle, en especial, marcó la primera década del siglo XXI con temas que rompían con dinámicas preestablecidas, sin temor a lo “políticamente correcto” y con un gran compromiso con la verdad. Pero su desplome emocional y eventual abandono de la televisión y los medios, lo ha alejado de la atención. Tras él, era difícil asimilar que alguien ocupara su lugar. Llega entonces Louis C.K..
Su abierta y real comedia que rayó todo el tiempo en ser una “comedia personal” (al grado que sus anécdotas matrimoniales le costaron el divorcio) destacó desde un principio y atrajo a miles de fans. El canal HBO prestó particular atención desde un principio dedicando varios especiales a su stand-up. Fue tal el éxito que la cadena aprobó una serie con Louis C.K.. ‘Lucky Louie‘ fue la primera serie de HBO grabada frente a una audiencia en vivo. Pese a ser favorita de la crítica, Lucky Louie duró apenas una temporada.
C.K. regresó a sus orígenes en el stand-up y con el mismo éxito de siempre. Sin miedo a hablar de su (falta de) vida sexual, de lo que es ser un blanco gordo americano con raíces mexicanas y a punto de tocar el estrellato.
Fue entonces que llegó su serie de FX: Louie. Mucho más abierta que su primer esfuerzo, la serie fue un éxito desde el principio. Comentó Louis C.K. en una entrevista que la gran diferencia fue que los ejecutivos no tenían incidencia alguna en el producto. Ni siquiera podían verlo antes de salir al aire. La tercera y exitosa temporada le significó un Emmy. En la misma ceremonia, el comediante recibió otro reconocimiento por su especial Live at the Beacon Theather, un experimento mediático que le significó una pequeña fortuna y así abrir, otra vez, una puerta para nuevos comediantes.
Lo que hizo C.K. fue vender el especial por cinco dólares a través de su sitio. Una semana después en el show de Conan O’Brien, ya había vendido un millón de descargas (yo fui uno de ellos). Hagan cuentas.
Así, llegamos a 2013. Un año que Louis C.K. aseguró sería sabático para él. Sin embargo, en el cuarto mes salió al aire su especial ‘Oh, my God’, de nuevo en HBO. Como puede esperarse, la casi una hora de especial posee momentos brillantes, profundos e inteligentes. Pero sorprende algo más: la moralidad que quiere hacer llegar a su público.
Detrás de sus chistes sobre masturbación, existe una verdadera preocupación sobre el estado del mundo. Stephen Marche escribe que su “destartalada honestidad es su base de operaciones, de la cuál dirige una campaña decidida por mejor la moralidad de Estados Unidos. En su nuevo especial nos muestra de nuevo, que se ha vuelto perpetuamente enfurecido”.
Es, para Marche, el nuevo predicador americano. Y su analogía no está alejada de la verdad. Así como Jerry Seinfeld buscó reírse y después establecer ciertos patrones sociales raramente definidos, hoy Louis C.K. busca distinguir lo bueno y lo malo. Así de sencillo. Y así de difícil.
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