‘Cafarnaum: La Ciudad Olvidada’ – Reseña
Salvador Medina
La carrera contra el Óscar va a contrarreloj. Conforme se acerca la ceremonia, los esperados estrenos llegan a la cartelera mexicana. Y la más reciente producción que hará competencia a Roma de Alfonso Cuarón en la categoría de mejor película en lengua extranjera es Cafarnaum: La Ciudad Olvidada (Capharnaüm), de la directora libanesa Nadine Labaki.
Situada en su país natal, Cafarnaum es una proeza visual y narrativa. Co escrita por la propia Labaki con Jihad Hojeily y Michelle Keserwany, se centra en el pequeño Zain (Zain Al Rafeea), que busca sobrevivir en las frías y hostiles calles de Líbano. Con padres tan descuidados que ni siquiera se dieron a la tarea de registrarlo, y que desconocen hasta su fecha de nacimiento, Zain ha tenido todo en contra.
Pese a su interés por estudiar, continúa trabajando para Assaad, un comerciante que presta el departamento en que vive Zain con sus padres e incontables hermanos que, desde antes de saber caminar, ya están entrenados para preparar y vender drogas en la calle.
Conocemos al pequeño Zain desde un juicio. Desde la cárcel, donde cumple una condena de cinco años por apuñalar a “un hijo de perra”, ha decidido demandar a sus padres por haberlo tenido. Ello se vuelve un circo mediático.
Desde esa posición, Zain expone sus días como un infante que tenía que valerse por sí mismo, al grado de proteger a su hermana Sahar, más pequeña de él, de ser entregada al perverso Assaad, quien está esperando su primer periodo para pedir su mano
A manera de flashbacks, vemos a Zain enfrentarse con sus padres por la dignidad de su hermana, hasta que, harto y derrotado, se lanza a las calles por su cuenta. Tras no encontrar trabajo, conoce a Rahil (Yordanos Shiferaw), una migrante etíope con un bebé que busca la forma de mantenerse en el país con su hijo.
Pero la labor no es fácil, dado que se encuentra ahí de manera ilegal y cualquier descuido le significaría ser separado de Yonas.
Aunque Cafarnaum usa recursos conocidos en películas similares, que retratan con vehemencia el cruel mundo de la marginación en países tercermundistas, encuentra gran mérito en el personaje central. Zain, tanto el actor como nuestro héroe, se quedan en la memoria por su originalidad y naturalidad.
Se trata de un niño con un corazón enorme, consciente del mundo que lo rodea y, que pese a tener todo en contra, quiere lo mejor para él y quienes le muestran bondad. Esos momentos en que Zain se encuentra sólo con Yonas, se sientes íntimos y personales. Labaki tiene un cuidado particular en esa relación, que lleva a Zain a extremos inverosímiles y que ponen al niño y al bebé del que está a cargo, a peligros inminentes.
Cafarnaum es una película difícil de digerir por su dureza y mensaje. Pero son estos personajes anclas los que nos entregan momentos de luz en la adversidad.
Posee momentos de verdadera congoja que ponen el espíritu humano a prueba, tanto el de los personajes como el del espectador. Y de ahí que su mérito sea ése: la forma en que nos cuentan una historia quizás nos parezca familiar pero que se queda amarrada más en nuestro corazón que en la mente.
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