‘Climax’ – Reseña
Salvador Medina
Para quienes no conozcan al director Gaspar Noé, es complicado explicar su obra. Se trata de un director que juega con las líneas entre cine y performance. En Clímax, su más reciente obra, explora los sentidos de una manera cruda, sensual y emocionante.
Escrita por el propio Noé, Clímax nos sumerge en medio de un grupo de bailarines a punto de partir a una gira a Estados Unidos. A manera de cameo shots, nos muestra lo que cada uno de ellos descubre en el baile, qué significa en sus vida y cómo complementan su forma de ser.
Así nos presenta a Selva (Sofia Boutella) y la coreográfa Emmanuelle (Claude Gajan Maull), el núcleo de un cast diverso. De ahí que al principio de los créditos, Clímax de jacte de ser “una película francesa y orgullosa de serlo”.
Con una coreografía de Nina McNeely de la mano de la fotografía de Benoît Debie, Gaspar Noé es sensacional para ponerte en el corazón de la acción. Primero lo hace para colocarnos en la cima, en la fiesta de despedida en la que todos bailan y buscan acostarse con otros; después, para mostrarnos lo peor de cada uno.
Y es que todos comienzan a actuar de manera extraña de repente. Es ahí que notan que todas las personas que han probado el ponche han comenzado a alucinar. Y ahí comienza un descenso, literal, hacia el infierno. Comienza a aflorar lo peor de cada uno, el instinto de auto destrucción y de satisfacción carnal.
Clímax es una experiencia irrepetible, ya sea en sus momentos más álgidos u oscuros.
Noé nunca se ha caracterizado por ser un cineasta sutil. Aquí, usa todos los recursos a sus disposición para crear una experiencia sensorial.
Si bien el nombre Clímax le sienta bien para la primera mitad de la película, perfectamente podría titularse Infierno en la segunda. Así como te provoca querer bailar en un principio, te hará retorcer en el asiente cuando las drogas hagan efecto.
Una película para los amantes del buen cine. Y los sentidos.
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