La sociedad dividida

May 24 • Artículos • 3706 Views • Comments Off on La sociedad dividida

Salvador Medina
salvador@elhablador.com.mx

Como ex-alumno de la Universidad Iberoamericana siempre me he tomado personales los prejuicios y ataques que han sufrido a lo largo de los años la institución, sus alumnos y maestros. Es por ello que los eventos ocurridos ante la visita del candidato del PRI a la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto, llamaron particularmente mi atención.

Me sorprendió el impacto mediático que significó la visita, las protestas de los estudiantes y la serie de discusiones, debates y tinta que se ha gastado alrededor del asunto.

Sentí injustas e infundadas las acusaciones del partido tricolor sobre la legitimidad de las acusaciones y la mano detrás de sus quejas. Me pareció exagerado el circo alrededor de las declaraciones de Angélica López, estudiante de la Universidad Iberoamericana, quien defendió en su legítimo derecho la solemnidad de un acto protocolario. Pero sobre todo, sentí que todos equivocaban sus motivos y cuestionamientos.

¿Qué más da si detrás de las protestas está la mano política de otro partido si las molestias están bien fundadas? ¿Por qué el repentino despertar social de un grupo apenas semanas antes de las elecciones? ¿Los demás candidatos están exentos de ataques o es algo personal contra el puntero en la carrera?

Al final nada de esto importa porque el análisis debe ser mucho más profundo. Y pese a todo lo que se ha hablado, mi conclusión es pesimista: estamos construyendo nada. Los medios, los analistas, los estudiantes. Todos estamos equivocando el enfoque al asunto y la serie de acontecimientos que se han revelado desde entonces.

¿Por qué? Porque las brechas entre sectores se están ampliando. Los estudiantes se toman personales las críticas y cuestionamientos sobre su causa y los medios no escuchan el discurso detrás de los gritos.

Habrá estudiantes universitarios que estén en su legítimo derecho de votar por Peña Nieto. Se les aleja a ellos entonces de su causa. Ellos no entenderán sus demandas, ellos y los medios verán en las marchas las manos de Dolores Padierna, a quien Sosamontes señaló ya como la autora intelectual de las protestas.

Este no es un asunto de partidos ya, ni de nombres. ¿Qué sucederá si gana Peña Nieto? ¿Habrán sido en vano los esfuerzos de los estudiantes de la Ibero y otras instituciones? Es hora de crear más bien un conjunto de acuerdos que como sociedad civil exijamos al gobierno, esté quien esté a la cabeza.

El objetivo no debe ser evitar que una persona llegue a la presidencia; el propósito debe ser recordarle que nosotros lo pusimos ahí y que estaremos seis años sentados en la silla presidencial jugando un papel central en la creación de políticas públicas y viendo que no seremos engañados otra vez. Y que seremos centrales para la consolidación de un país que nos han prometido y se nos ha negado.

El partido que llegue a la presidencia pensará que lo logró con un expediente impecable cuando, en el sistema en que nos ocupa, todos son culpables de decenas de delitos que se han cometido impunemente. Gracias, insisto, al sistema. Recordemos a los partidos que no dependemos de ellos, sino que ellos dependen de nosotros, algo que parece habérsenos olvidado.

Además, al señalar exclusivamente a uno de los candidatos, estamos cayendo en el juego político de la descalificación y la difamación.

¿Dónde ha estado esa iniciativa durante el último sexenio, que fue marcado por una guerra que encontró sus principales víctimas en la sociedad civil, una juventud olvidada y considerada de segunda clase, ni siquiera importante para cuestiones electorales?

Por otro lado, todos los sectores sociales se enteraron de las protestas. Y no, no fue sólo por las redes sociales. Recordemos que apenas el 30% de la población tiene acceso a Internet y no todos ellos tienen una cuenta de Twitter o Facebook. De eso se encargaron los medios que tanto critican. Se debió acudir entonces con una exigencia al candidato, no sólo carteles y gritos de discordia: de los jóvenes debe surgir la unidad, no la división.

Pensar que la solución a los problemas del país está en un candidato es darle todo el peso a una organización política. Sea quien sea el próximo presidente de México, la sociedad civil debe ser partícipe del cambio y eso no acaba en las urnas. Es un gran paso, cierto. Pero no se puede ser políticamente activo solamente unas semanas antes de las elecciones.

¿Dónde estaban los estudiantes, entonces, tras la muerte de 16 jóvenes en Ciudad Juárez en 2010 cuando el presidente aseguró que pertenecían al crimen organizado y posteriormente se probó, no solamente que esa acusación era falsa, sino que varios de ellos eran estudiantes destacados? ¿Por qué se nos olvida el caso de la Guardería ABC en 2009 y la impunidad que se ha dado hasta la fecha? ¿Qué sucedió con la fosa encontrada en Tamaulipas con los cuerpos de más de 70 personas?

Hay tantas cosas por las cuáles tomar las calles que parece inverosímil hacerlas por un solo partido o una sola persona. Los partidos y actores  políticos ganan cuando nos dividimos pues se adjudican la victoria detrás de una legítima inquietud social. Eso nos divide en colores, nos divide en inclinación política. Y pregunten a la sociedad estadounidense cómo ha salido ese experimento.

Durante el movimiento de indignados en España, el PSOE salió a apoyar inmediatamente sus demandas acusando al gobierno de Zapatero de ser partícipe de la crisis. Los indignados reviraron rápidamente la acusación asegurando que no protestaban contra un partido: lo hacían contra el sistema.

En México, se le dio tanta importancia a la forma en que los estudiantes protestaron que el tema de su protesta se olvidó. El fuego está ahí, ahora falta dirigirlo hacia algo que construya, no a un movimiento que termine el dos de julio con un presidente electo. La atención de todos los sectores sociales se ha tornado hacia los jóvenes. Ahora, ¿qué harán con ella?

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