El cine británico al rescate

May 10 • Spoiler Alert • 3644 Views • Comments Off on El cine británico al rescate

Salvador Medina

salvador@elhablador.com.mx

Este fin de semana la taquilla estadounidense vio cómo la película The Avengers rompió todos los records de ventas de boletos en un fin de semana, recaudando más de 200 millones de dólares sólo en aquél país. Por más buenas reseñas que la película de superhéroes reciba por parte de la crítica y sus espectadores, parece cada vez más evidente que ése termina siendo el fin de una producción: ganar dinero.

La industria que marca tendencias a nivel global provoca, además, el desplazamiento de películas con menos copias para dar espacio a un solo título pero que se proyecta en 3d, subtitulada, subtitulada en 3D, doblada, doblada en 3D, Imax, y demás formatos que acaparan las salas y agotan otras opciones.

Los distribuidores, lógicamente, ceden los espacios a películas que inevitablemente redituarán en mayor consumo y ganancias. Eso significa que otras obras menos comercialmente exitosas, tendrán un tiempo más breve en cartelera. Pero el problema es mucho más profundo.

Hollywood no sólo ha intentado recuperar lo que perdió en la crisis económica, sino que se ha dedicado a crear productos de menor calidad en todos lo sentidos. El mejor ejemplo, es que de las obras nominadas a Mejor Película durante los Premios Óscar de este año, no existía una que destacara por su contribución a nutrir un medio en evolución.

Hugo, la más reciente película de Martin Scorsese, se destacó principalmente por sus aportaciones técnicas en la tercera dimensión, un formato que no termina por consolidarse y que será cuestionado hasta que aporte algo verdadero al lenguaje cinematográfico.

El problema de fondo que sufre actualmente Hollywood, y cualquier mercado cinematográfico en construcción, es la pérdida de legitimidad y calidad en su discurso y, por ende, en sus productos. Entra ahí, la renaciente industria británica.

La fórmula

Hollywood es el monstruo que utiliza el talento ajeno para nutrirse y crecer. No es casualidad entonces ver que la baraja de directores para los grandes estudios, se ha ampliado en los últimos años. La mayoría de ellos provienen de Gran Bretaña.

Tras un principio de década bastante mediocre que llevó a Jacques Peretti, escritor del prestigioso diario The Guardian, a nombrar a la industria cinematográfica británica como “la vergüenza de una nación”, las cosas han cambiado radicalmente.

Apoyados por una iniciativa del gobierno británico para financiar producciones a través de la lotería local, la industria tomó tiempo en reinventarse. Sin embargo, los últimos años han visto un auge sin precedentes de directores, guionistas y actores que han creado productos extraordinarios y artísticamente relevantes.

El Consejo de Cine del Reino Unido (UKFC, por sus siglas en inglés) se creó para “estimular una industria y cultura cinematográfica competitiva, exitosa y vibrante, así como promover el más amplio entendimiento del cine a través de diferentes naciones y regiones del Reino Unido. El Consejo de Cine del Reino Unido tiene un mandato que abarca prioridades culturales, sociales y económicas”.

Danny Perkins, Director de Studiocanal en Reino Unido, relaciona este éxito a This Is England de Shane Meadows de 2006. Para Perkins, la obra de Meadows, ganadora del premio Bafta a mejor película, ha hecho más que cualquier otro filme para cambiar la actitud de la audiencia de aquél país. Junto con Harry Potter, claro.

La obra de Meadows es una profunda reflexión sobre la construcción de un país que perdió lentamente protagonismo ante el alza de Estados Unidos y vio cómo el racismo marcó a una generación que buscaba reencontrarse en el nacionalismo empedernido.

Así, el nuevo cine británico no refleja el Londres cosmopolita y sofisticado que vio Woody Allen en Match Point en el que con una llamada al suegro, ya se cuenta con chofer, tarjeta de crédito corporativa y una oficina en un rascacielos. Las obras de los nuevos cineastas buscan entender el lado sórdido y real que experimentan los ciudadanos del mundo posmoderno.

Y es que el gran atributo del cine británico es el tiempo que se toma para concebir una historia. No está restringido por los estudios que piensan en la cantidad de funciones que tendrán por sala el día de su estreno y los recursos que les redituará. Es por ello que cineastas como Steve McQueen, Matthew Vaughn, Edgar Wright entre otros, han venido a refrescar un medio ávido de sangre nueva.

El futuro

En 2011, el UKFC fue abolido arbitrariamente pero sus funciones fueron conferidas al Instituto de Cine Británico (British Film Institute). Pese a que los cineastas han tenido que adaptarse a esta situación, estudios e inversionistas de otros países han reconocido la tierra fértil que ha significado la Gran Bretaña.

Sin embargo, el cine británico también tiene un problema similar al mexicano cuando tiene que competir con producciones estadounidenses. Andrew Pulver compara el fin de semana en que se estrenó Tyrannosaur, la gran obra de Paddy Considine, compitiendo con Midnight in Paris de Woody Allen. Pese a que la producción estadounidense ganó en taquilla, el cine británico sigue generando interés en su propio público.

Y es que pese a que los grandes premios de Hollywood ignoran las enormes contribuciones que significan las obras provenientes de las islas, no es difícil ver los resultados. Tyrannosaur y Attack the Block, ambas de 2011, contenían más sustancia y entretenimiento que las diez películas nominadas al Oscar en la máxima categoría.

Es importante decir, además, que el público joven ha tenido un impacto directo en el auge y relevancia del cine británico. Películas como Shaun of the Dead y Hot Fuzz de Edgar Wright; Moon de Duncan Jones; Monsters de Gareth Edwards; y recientemente, Attack the Block de Joe Cornish, han logrado abrir el mercado comercialmente. Y Hollywood ha tomado nota de sus creadores para usarlos como materia prima y nutrir su rotación de directores. El talento, claro, no se detiene ahí.

Pese a que Meryl Streep ganó su tercer Óscar, la mejor actuación femenina del año pasado la dio Tilda Swinton en la perturbadora We need to talk about Kevin, otra obra inglesa financiada por el UKFC.

Además, la actuación de Michael Fassbender en Shame (Placeres culpables), nominada al Óscar, fue el papel más poderoso del año, ganando reconocimientos en festivales de la talla de Venecia. Carey Mulligan, co-protagonista de la obra, es además una de las actrices más importantes en consolidarse en los últimos años y es producto, también, del cine británico.

Incluso, reconocidos actores como Scarlett Johansson, Denzel Washington y Christopher Walken han dejado un tiempo Hollywood por el teatro inglés y rodearse de la industria británica.

Así, las instituciones mexicanas dedicadas a promover el cine y otros productos culturales, pueden usar el reciente éxito de la industria británica para impulsar la nuestra. La lección es simple: sólo a través de filtros de calidad e impulsos verdaderos a cineastas jóvenes y comprometidos con el medio, se creará una industria legítima capaz de auto-sostenerse y generar productos que compitan con cualquier obra internacional.

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