Carta al 2012, Pt. 1
Crédito de foto principal: Jesús Gorriti
Nota: Escribí este texto prácticamente como torrente conciencia tras leer un texto de Bill Wasik que me sacudió hasta las entrañas (Leer aquí). Más que nada, me hizo cuestionar la falta de iniciativa de cierto sector de la sociedad mexicana, especial de los jóvenes, ante un movimiento global de conciencia. Leer con precaución.
Salvador Medina
¿Qué evita que los jóvenes protesten por los actos de injusticia que se comenten todos los días en nuestro país? Dejemos a un lado la lacerante violencia: la población desempleada dobla a la económicamente activa. Sin embargo, parece que los jóvenes ignoran estas cifras. La pregunta es entonces: ¿Ignoran (literalmente) estas cifras? ¿La desconexión social ha provocado que no tengamos idea del estado actual del país y nos dediquemos, simplemente, a dejar que las redes sociales sean el destino último de nuestras quejas?
¿O es simplemente la desidia? Uno de los incidentes que más me hizo cuestionar si los jóvenes mexicanos estamos preparados para el siglo XXI fue el Photoshop de un camión con publicidad referente al entonces candidato Eruviel Ávila donde se cambió la frase “en 2011 adiós a la tenencia” por “en 2011 adiós a los jotitos“. El incidente causó revuelo en Twitter y miles de impactos. Usuarios daban por un hecho que había en el estado de México camiones con esa leyenda, que el IFE permitió circular sin restricción alguna, y que violaban los derechos de minorías homosexuales. La gente despotricó, insultó y linchó virtualmente al viejo PRI por su acto lascivo de discriminación. Mi primera reacción al ver la foto fue concluyente: esto no es real. Y claro que no lo era. Al mirar de cerca la foto podía notarse la opacidad de las sombras que delatan el delito. Era, además, completamente absurdo que un partido político utilizara la discriminación como plataforma electoral y todavía más que un organismo lo autorizara.
Cuando se descubrió el truco, la gente simplemente calló. No hubo quien aceptara su error y se confesara víctima de la mala vista y peor estupidez.
Sin embargo, el incidente fue lo menos importante. Lo que más llamó mi atención fue la capacidad con la que muchas de las personas en mi línea de tiempo (con quienes comparto en la mayoría de los casos la sentencia de la juventud) se indignaran tanto por algo que resultó ser falso y las injusticias sociales les parecieran cosas de todos los días.
¿Nos han acostumbrado las redes sociales a pensar que compartir los 140 caracteres de otros nos hace activistas sociales de bolsillo? ¿Es tal la apatía de nuestra generación que preferimos tuitear la ubicación del alcoholímetro que movilizarnos por la reciente muerte de otro activista social en una creciente y larga lista? ¿Pensamos, al crecer acostumbrados a un sistema que fomenta la impunidad, que nuestra palabra se perderá en el montón? ¿Lamentamos tanto las marchas diarias que trastornan la ciudad y nuestra sanidad que no queremos contribuir al caos?
Parte de la razón por la que critiqué y no fui partícipe de la mentada REFORMA POLÍTICA YA fue su pasividad. Su fondo era noble (no era realmente transformador pero por algo se empieza) pero su forma era absurda: estaban pidiendo a las personas que tienen el poder que cedieran ese poder. Y lo pedían por favor. En uno de mis tantos tuits que no tuvieron eco sentencié: jóvenes de #reformapolíticaya, el poder no se pide; se quita.
No se le puede pedir al ladrón que te deje de robar. Y menos por favor.
En una plática con par de amigos sobre la situación actual del país, les hice saber mi descontento con todos los sectores sociales del país. Señalé las fallas en los sistemas educativos, sociales, económicos y sobre todo, en los partidos políticos. Coincidieron conmigo. Sin embargo su pregunta fue: ¿Qué hacemos?
Uno de ellos dijo incluso que si organizaba yo alguna especie de movimiento o protesta para buscar un cambio estructural y radical en el país, él me seguía. Sin embargo, la mía es sólo una voz más. Sé (o espero, al menos) que hay allá afuera miles de jóvenes que esperan del país lo mismo que yo. Alguna vez dije que el único amor incondicional que existe es al equipo de fútbol. Si un país no te da lo mismo que recibe de ti, ¿por qué vas a quererlo? Si ves que los impuestos que pagas año tras año se van a campañas políticas, al bolsillo de funcionarios públicos o se malgastan en presupuestos mal planeados, ¿por qué vas a respetar cuando a ti no se te respeta?
Sin embargo, el hecho de que le haya dado la espalda a México después de que él me la dio a mí no significa que planee dejar que las circunstancias que me rodean definan mi vida. Pago muchos pinches impuestos y sufro mucho pinche tiempo como para dejar que otros saqueen este país llenos de potencial, riquezas y gente capaz.
Si la tasa de desempleo dobla la de la gente económicamente activa es porque nosotros lo permitimos. El único atributo creo yo de la democracia es la disensión. Si algo no me parece estoy en todo mi derecho de salir a la calle y buscar un cambio. Las urnas son una gran herramienta para ello, es cierto. Pero los partidos no deben dictar las agendas políticas. Estas deben ser consolidadas por grupos de investigación de diferentes áreas del conocimiento que den soluciones y desarrollen un plan de nación que no cambie cada sexenio sino que el presidente y los congresos en turno trabajen para consolidarlo.
El resto de este texto se publicará el jueves 15 de marzo.
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