‘Transformers: El Último Caballero’ – Reseña
Salvador Medina @ayudamemalverde
La llegada a cines de una película de Michael Bay es sino inequívoco de que el verano ha llegado. Su quinta entrega de Transformers, titulada The Last Knight (El Último Caballero) nos trae el repertorio visual al que el director de Armageddon y Bad Boys nos tiene acostumbrados desde hace décadas. Su característico estilo grandilocuente, con los naranjas y azules predominando en cada cuadro, con bellezas bronceadas sin razón alguna y sus incontables explosiones, regresan como una locomotora.
Protagonizada de nuevo por Mark Wahlbergh como Cade Yeager, que se unió a la franquicia en la cuarta entrega, es uno de los únicos humanos que sigue protegiendo a los Autobots tras el desastre que han provocado en la tierra. Cade es lanzado a una historia que tiene siglos gestándose.
El Último Caballero inicia en la época de los caballeros de la mesa redonda. El Rey Arturo se encuentra enfrascado en una batalla que parece perdida. Él, esperanzado, les aseguro que tiene un arma secreta: Merlín. Interpretado por Stanley Tucci, el notable mago no es más que un farsante, según sus propias palabras, pero que cuenta con un enorme secreto: conoce al primer Transformer que llega del espacio. Es así que tras convencerlo del peligro que presenta el enemigo, logra que le entregue un cetro con poderes legendarios y ganan así la guerra.
Corte a: el mundo después de La Era de la Extinción.
Los transformers son perseguidos y considerados enemigos públicos. Cade es buscado de la justicia por ayudar a los extraterrestres que siguen llegando al planeta. Tras encontrar un extraño medallón (que vemos en las armaduras del ejército del Rey Arturo), que le es encomendado por un transformer moribundo, Cade se vuelve en un elegido. Izabella (Isabela Moner), quien pierde a su amigo transformer, se une a él y a su grupo (nada más porque sí).
Entra entonces el personaje de Anthony Hopkins, Edmund Burton, quien de la mano de su transformer sirviente Cogman, se lanza a la búsqueda de Cade y una bellísima historiadora llamada Vivian Wembley (Laura Haddock) que quizás sea la clave para evitar la destrucción del planeta.
Esto porque, en algún lugar del espacio, Optimus Prime encuentra los vestigios de lo que solía ser su planeta. Ahí se encuentra a Quintessa, la supuesta diosa de los autobots, quien lo convence que el planeta Tierra es el antiguo enemigo de su hogar. Y se decide a destruirlo para que su planeta viva.
Al mismo tiempo, Megatron está determinado a destruir a los autobots y transcurren infinidad de cosas que, en lugar de aportar sustancia, confunden al espectador y aportan poco.
Como suele sucede con las películas de Michael Bay, está llena de personajes que se gritan los dialogos, product placements gratuitos y demás inverosimilitudes que te hacen odiar lo que estás viendo.
Cuando el cineasta intenta conectar, el diálogo siempre expone la situación. Pocas veces lo definen las acciones. No hay personajes. Todos sirven la función de explicar algo.
Bay ama los clichés, como cuando para la voz de un transformer mayordomo usa a un notable actor que ha interpretado a uno en Downton Abbey. Y aunque a menudo su ego y estilo se entromete con la historia, aquí sucede lo contrario. Los escritores, al intentar darle “sentido” a transformers en la tierra involucrándolo con mitología e historia, crean un universo de confusión y lleno de líneas narrativas que no funcionan en ningún momento.
Es hora de dar fin a esta franquicia aunque, si todo sigue igual, seguiremos viendo estos bodrios innecesarios verano tras verano.
Related Posts
« ‘Paterson’ de Jim Jarmusch El Dilema de los Blockbusters »