Black Mirror: la distopía que merecemos
Salvador Medina @ayudamemalverde
Ningún programa de televisión ha logrado diseccionar nuestro miedo al control que tiene la tecnología sobre nosotros como Black Mirror. La antología creada por Charlie Brooker fue un éxito de culto en Channel 4 de Inglaterra. Y la razón es obvia: cada capítulo busca crear una alegoría sobre nuestra forma de relaciones con el mundo y nosotros mismos a través de la tecnología.
Quizás uno de los elementos más espeluznantes de la serie es que pese a que la gran mayoría de los capítulos se desarrollan en el futuro, no difiere mucho del presente que vivimos sino por un pequeño elemento. Y ahí está lo perturbador.
Brooker, quien anteriormente había escrito la serie Dead Set y el documental How TV Ruined Your Life, ganó fama en Gran Bretaña por su columna semanal Screen Burn donde se dedicaba a diseccionar lo peor de los medios.
Quizás fue esa exposición a lo más desechable que de la cultura popular que provocó en Brooker esa necesidad de crear Black Mirror. Ahora, con su cuarta temporada financiada y exhibida en exclusiva por Netflix, su temática es más relevante que nunca.
Cuando Brooker y su compañía decidieron producir la cuarta temporada de la serie en Netflix, Channel 4 estaba furioso, confesó el creador a Business Insider. “Sentía que no teníamos apoyo ahí, estaba bastante decepcionado que nos hicieran pasar como codiciosos… Channel 4 quería ver cada cosa por adelantado y sin siquiera poner en ello mucho dinero. Querían leer cada historia, cada guión. Era imposible y detenía el proceso”.
Ello llevó a Brooker a tomar la decisión de llevar su proyecto al gigante de la televisión en línea. Y la apuesta funcionó para ambas partes.
Primero, Netflix transmitió las primeras tres temporadas de Black Mirror al mundo. Sus alegorías funcionaron como un método de advertencia y poco a poco el trabajo de Brooker comenzó a generar una enorme expectativa. Y es que cada capítulo de la serie expone serios riesgos y peligros que enfrentamos como sociedad.
En The Waldo Moment, capítulo de la segunda temporada, un comediante dedicado a hacer las voces de caricaturas, comienza a ganar enorme popularidad con Waldo, un personaje virtual. Primero, las cámaras voltean a él por su incisiva perspectiva pero cuando un partido político le propone lanzarse como candidato de elección popular, el fenómeno comienza a salirse de control pese al interés del comediante por mostrar que Waldo no es real, sino un simple personaje dedicado a expresarse sin filtro. Algo que a Brooker le recuerda al fenómeno de Donald Trump en Estados Unidos.
En entrevista para Vulture, Brooker explica que Waldo estaba basado en Boris Johnson, el político que impulsó el Brexit, y que es una especie Trump.
“Era uno de los hombres detrás del Brexit y también un payaso. Aparecía en programas de comedia como panelista en el Reino Unido y era conocido por ser una especie de zoquete – lo que lo inoculó contra la crítica, extrañamente. Había una sensación de que los políticos eran robots blandos repitiendo los mismos discursos y de pronto tiene a estos personajes coloridos emergiendo”.
Y aunque se trata del ejemplo más cercano donde Black Mirror logró advertir sobre el camino que nos trajo hasta aquí, puede servir a futuro como una especie de mapa de cómo la sociedad se está yendo al diablo, no a causa de la tecnología, sino por nuestro culto a ella.
Black Mirror no es sólo la serie más provocadora e interesante actualmente, es quizás la más importante. Y en su cuarta temporada lo reafirma.
Aunque en un texto anterior señalaba que la serie es un reflejo de nosotros mismos, en su cuarta temporada prueba ser más que eso. No sólo se nos presenta como advertencia de lo que nos espera, sino que nos educa sobre cómo evitarlo.
En el fondo, disecciona nuestra personalidad, los aspectos superficiales que han hecho de internet y de las redes sociales un medio de estatus y presencia, en lugar de ser el elemento que le hacía falta a la humanidad para democratizar el conocimiento y nivelar las circunstancias para todos.
Black Mirror nos muestra cómo la tecnología nos absorbe, cómo nos ha transformado a ser una nueva especie de adictos, dominados por un producto que nosotros mismos creamos. Somos el experimento fallido de nuestros propios hábitos sociales. Y lo más desolador de la serie, es lo que real y tangible que hace sentir esa posibilidad de convertirnos en lo reflejado en pantalla.
Estamos atrapados en un círculo donde son nuestras vidas las protagonistas de los medios, donde esa maquinaria se alimenta de nuestra necesidad de fama a costa de lo que sea.
Basta el primer capítulo titulado Nosedive, dirigido por el experimentado Joe Wright y escrito por Rashida Jones y Michael Shur, para establecer el tono de lo que vendrá. Protagonizado por Bryce Dallas Howard, nos plantea un mundo donde nuestro valor está determinado por lo que compartimos en las redes sociales. Somos calificados por nuestras interacciones con otros como el modelo de conductores de Uber, y la cantidad de estrellas que recibimos determina cómo somos percibidos por el mundo.
No es únicamente una reflexión sobre nuestra obsesión con nuestra persona en línea, sino un golpe en el estómago, una alegoría sobre el presente.
Es un punto de no retorno, un documento necesario e incómodo. Pero trascendental para determinar cómo diablos cambiamos el futuro que estamos construyendo pixel por pixel.
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